Múnich

Llego al final de una agenda como quien cierra una etapa. El número
de cada página anotado en el margen superior hasta llegar a la última, la 244,
y apuro las últimas líneas como si no hubiera otro cuaderno intacto
esperándome. Este que clausuro ahora me ha acompañado durante los últimos nueve
meses en la soledad de mi despacho o en la de la habitación de un hotel, en la
mesa apartada de un bar, en un tren o a bordo de un avión (las salpicaduras de
tinta, que tan mala pasada te juega cuando falta presión, lo demuestran en más
de una página), en ciudades que conocía y en varias que visitaba por primera
vez; palabras que me llamaron la atención y otras cuyo significado habría de
buscar más tarde en un diccionario; curiosidades, notas para una novela
que tengo empezada y otra de la que aún no he escrito una sola frase; una suerte
de diario casi siempre incomprensible salvo para mí, como debe ser; apuntes
sobre cosas que he leído, he visto o me han contado; gastos de viajes, entradas
de e…