tag:blogger.com,1999:blog-6243537610198259982024-03-21T19:21:17.699+01:00Blog de Pérez DomínguezAndrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.comBlogger969125tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-58640103490128650132024-03-21T18:01:00.010+01:002024-03-21T19:20:46.031+01:00Carambolas<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"><br /><br /></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1XMyk9XLTRzOFY8WDjYukNIGqida7eklRtPCOQHFHon4DW1m3qFEouzWZPVywLBYEfhr-BZGmFhVqt-h6xM3gpgyxDf4Qu2yCH2yTu-alNZtyyb-2mUbi1PnbdcINmf9LgCtKE30dtUg76olvOVYiSCb2F76BTwx7DiipEh8Ebp5wkf9P9iNQokbyjf_J/s1411/mowgli%20(portada).jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1411" data-original-width="945" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1XMyk9XLTRzOFY8WDjYukNIGqida7eklRtPCOQHFHon4DW1m3qFEouzWZPVywLBYEfhr-BZGmFhVqt-h6xM3gpgyxDf4Qu2yCH2yTu-alNZtyyb-2mUbi1PnbdcINmf9LgCtKE30dtUg76olvOVYiSCb2F76BTwx7DiipEh8Ebp5wkf9P9iNQokbyjf_J/s320/mowgli%20(portada).jpg" width="214" /></a></div> <div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><i style="font-family: -webkit-standard; text-align: start; text-indent: 0px;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">El síndrome de Mowgli </span></i><span lang="ES" style="font-size: 13pt; text-align: start; text-indent: 0px;">es, de mis novelas, una de las menos vendidas, pero al mismo tiempo es de las más apreciadas por muchos lectores. </span></span><span style="font-size: 13pt; text-align: left;">Estas paradojas son habituales, en la vida y en los libros. Lo he contado muchas veces, sólo lo apunto de nuevo para quien no lo sepa: tras</span><span style="font-size: 13pt; text-align: left;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-align: left;">La clave Pinner</i><span style="font-size: 13pt; text-align: left;"> </span><span style="font-size: 13pt; text-align: left;">me empeñé en escribir algo muy distinto, y el precio de hacer lo que te da la gana es que los editores te digan, vale, chaval, tu nueva novela es estupenda, pero no la vamos a publicar. Cuando tengas otra de espías ya hablaremos, si eso…</span><span style="font-size: 13pt; text-align: left;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-align: left;">El síndrome de Mowgli </i><span style="font-size: 13pt; text-align: left;">terminó ganando un premio y publicándose. Hoy me ha vuelto a dar una alegría. Y ya van unas cuantas. Pasa desde que empecé a escribirla, o mucho antes, cuando el niño que fui leyó las obras completas de Kipling en un hermoso tomo con tapas verdes, lomos dorados y papel biblia sacado de la biblioteca. Allí estaba el Mowgli de verdad, no el de la película de Disney. Siempre quise tener un perro para llamarlo así. Pasaron muchos años y, como soy un hombre de palabra, lo cumplí.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Escribir esta novela me empujó a largarme a Lisboa para localizar escenarios. Un viaje que sobre todo pertenece al ámbito personal y siempre recordaré con cariño. Luego llegaron el premio, la publicación, los lectores, las entrevistas, los viajes de promoción y, como suele pasar con los libros, el olvido. O casi. Muchos años después, cuando estaba a punto de viajar a Moscú y a San Petersburgo para localizar escenarios de otra novela, me escribió alguien desde Rusia que había comprado </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">El síndrome de Mowgli </i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">en Málaga, le había encantado y se ofreció a ser mi guía y mi intérprete. Nunca le estaré lo bastante agradecido. Mi periplo ruso habría sido mucho más difícil sin la ayuda de Olga Zuzdaleva. No creo en el destino, pero estoy convencido de la fuerza poderosa del azar. En un pasaje de la novela, Rafa Montalbán, el protagonista, dice esto (en realidad lo escribí yo, pero al volver a leerlo tantos años después siento, igual que los lectores, que el personaje está vivo, que sus palabras son suyas y no mías): “Así es la vida, muchas veces lo pienso, como una partida de billar: alguien impulsa una bola con el taco, y la bola rueda, golpea en una banda, y en otra, y le da a una bola, y a otra, y de nuevo a la banda. Y todo se pone patas arriba sin que podamos hacer otra cosa salvo apretar los dientes y esperar.” </span></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><br /></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDG0C-AMlzShTVRGVSKdKuwYbD09twul9UHAYLBgxCC8ID55zZpf9zwajoKfFSM3fuVrJkNeKrk8Qx2yJ7skfaBeT-aeByd3-ZFndM7toqaiDQIzimN09LoSWA0gzeKL3V9SjMkQCzznA7u4qTT_-s7q-lt7IjOGI1Qz7ZolIZRS9bane-Nm-e3VVMLnNC/s720/IMG-20240321-WA0004.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="542" data-original-width="720" height="241" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDG0C-AMlzShTVRGVSKdKuwYbD09twul9UHAYLBgxCC8ID55zZpf9zwajoKfFSM3fuVrJkNeKrk8Qx2yJ7skfaBeT-aeByd3-ZFndM7toqaiDQIzimN09LoSWA0gzeKL3V9SjMkQCzznA7u4qTT_-s7q-lt7IjOGI1Qz7ZolIZRS9bane-Nm-e3VVMLnNC/s320/IMG-20240321-WA0004.jpg" width="320" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Me contaron una vez que un lote de ejemplares de <i>El síndrome de Mowgli </i>circula sin cesar desde hace años por las bibliotecas de Andalucía. Doy fe porque cada cierto tiempo me llega una invitación desde algún rincón del sur para pasar un rato con lectores de la novela. Esta mañana me han enviado un par de fotos desde Moclinejo (Málaga), donde por lo visto los miembros del club de lectura debaten con sincera pasión sobre los personajes. Siempre me ha fascinado el poder de la ficción, cómo algo surgido de la imaginación de un creador puede calar tan hondo en los demás. A mí me ha pasado muchas veces, me sigue pasando, y ojalá sea así toda la vida: al leer, al ver una película, me emociono tanto que a menudo se me eriza el vello. El mayor premio para mí es conseguir provocar algo así en un lector. Siempre me sorprenderá. Jamás habría imaginado que a los demás les podría pasar eso con mi trabajo. En los últimos tiempos la vida aprieta por otros costados y ando un poco apartado del oficio: escribo, pero menos que antes. No me quejo. En realidad, no tengo motivos para quejarme. Hace unos años me preguntaron en una entrevista qué pensaría si estuviera a punto de ahogarme. Respondí lo mismo que diría ahora: lo aceptaría con calma si no pudiera hacer nada por evitarlo y me hundiría en paz. Triste por los que sufrirían por mí. Quiero decir que, si todo se acabase esta tarde, me sentiría satisfecho por lo conseguido. La fortuna me ha puesto muchas veces la mano sobre el hombro. Y, sí, lamentaría mucho la pena de quienes me quieren. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Ando deshaciendo nudos complicados estos días. Nada que ver con el oficio literario que, al cabo, no es sino un hermoso juego de incierto resultado. Ayer conseguí desatar uno de esos nudos. Esta misma mañana he soltado otro; y otro más parece que se va aflojando solo. Otros no podré, o no me dejarán. Pero así es la vida. Como esas bolas de billar que mencionaba mi querido Rafa Montalbán. No hay que ser perfecto, sino hacer lo que uno pueda, como mejor sepa. Y en lo que a un servidor respecta, quienes me conocen lo saben, pelearé hasta el último aliento. Como haría Rafa Montalbán, o Gordon Pinner, o Rosa, o Nico Gallardo, o Anne Cavour, o Martín Navarro, o Erika Walter, o Artemio Corona, o el coronel Makarov, o Yekaterina Paulovna Velyaminova... Al cabo, uno no es sino lo que ha escrito.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Si, además, un libro que pariste hace dos décadas sigue alegrándote los días, sería injusto pedir más. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJioPAxTQYHTLY39YK6uz1GrYu4GMJ96Ny9wwsDxU1w83HgmXL4Fnot8l_lO-wvMHs7GXFP_M5POyXIj83N-Czgy1g7kuCEXl77j7oFif63wWzRulLCaSO9AWA3FBMvwBwNsL6X7rz297zKLRG0YEGaI3Xirs-89Qhv1gMaAo9Cubxbbqo2b5rGB6rITcA/s720/IMG-20240321-WA0003.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="540" data-original-width="720" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJioPAxTQYHTLY39YK6uz1GrYu4GMJ96Ny9wwsDxU1w83HgmXL4Fnot8l_lO-wvMHs7GXFP_M5POyXIj83N-Czgy1g7kuCEXl77j7oFif63wWzRulLCaSO9AWA3FBMvwBwNsL6X7rz297zKLRG0YEGaI3Xirs-89Qhv1gMaAo9Cubxbbqo2b5rGB6rITcA/s320/IMG-20240321-WA0003.jpg" width="320" /></a><span lang="ES">Gracias, de nuevo, a quienes estáis ahí.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, marzo de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p></div>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-12454992468714620932024-03-10T12:51:00.008+01:002024-03-10T23:30:59.126+01:00Opinar<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjLNwoEhjMzzDyidWorJEFP-6MO5AYnCz7ngTNgKY5cTQ6Eh8-xN8mZWw6u-Cw-2otEmq6huLLYCY5UKUCGNphHma7As-DBdPGG87TsxILmiGv1-2EUpXFmn_NmdYoE8PCVPQyLK3-kN2LXtVHf4L-_NSOute7zp1BV3ODMmPc1uoVZMj7c5kWBblBBmrEN" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="780" data-original-width="463" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjLNwoEhjMzzDyidWorJEFP-6MO5AYnCz7ngTNgKY5cTQ6Eh8-xN8mZWw6u-Cw-2otEmq6huLLYCY5UKUCGNphHma7As-DBdPGG87TsxILmiGv1-2EUpXFmn_NmdYoE8PCVPQyLK3-kN2LXtVHf4L-_NSOute7zp1BV3ODMmPc1uoVZMj7c5kWBblBBmrEN=w237-h400" width="237" /></a><span style="font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"> </span></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Lo saben bien quienes me conocen: no suelo entregar un original a nadie para que me dé su opinión a no ser que se trate de alguien de mucha confianza y que además me lo pida con sinceridad e insistencia. Tampoco acostumbro a preguntar a un lector si le ha gustado un libro mío. Si alguien quiere contarme qué le ha parecido, seré todo oídos, pero no seré yo quien dispare primero. Con esto me arriesgo a dar la sensación de antipático o distante, y tal vez tenga algo de esas dos cosas en lo que se refiere a mi trabajo, pero sobre todo me espanta la figura del escritor insoportable. Es cierto: aplico este proceder hasta con los más cercanos de los míos. Tanto, que mi madre me preguntaba hace poco si ya no escribía artículos. Mis padres leen la prensa todos los días. Mi padre además devora todo lo que le recomiendo. Ahora anda disfrutando de un tocho sobre filosofía. Le envidio, entre otras muchas cosas, la pasión por aprender. “Vive como si fueras a morir mañana y aprende como si fueras a vivir siempre”, fantástico lema que leí en una espléndida biografía de Steve Jobs y que al parecer este tomó prestado de Gandhi. Con tantos memes inundando las redes sociales no me extrañaría que alguien atribuyese la frase a Belén Esteban. Eso también tendría su parte buena: llegaría a mucha más gente. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">A lo que iba (perdonadme, pero por mucho que me empeñe, no soy capaz de sujetar el cinismo como quisiera): mi madre me ha preguntado si ya no escribo artículos y he caído en la cuenta de que hace quince años que salvo alguno que le he dado porque la ocasión lo requería, como ni ella ni mi padre han perdido ni un segundo de su vida en Internet (el verbo perder va con toda la intención, sí), desde que la prensa escrita y las ondas radiofónicas acabaron cansándose de mí (lo dije al principio del párrafo, soy un cínico, sí; avisados estabais), apenas saben de la vena opinadora de su hijo. Total, que aprovecho la mañana de este domingo para terminar de copiar en un archivo un ramillete de textos. El último será este. El primero es de 2015. Podría seguir retrocediendo en el tiempo, pero 322 páginas y 70.000 palabras repartidas en 167 artículos es suficiente. Hasta la paciencia de tus progenitores puede agotarse y si el mayor pecado que uno puede cometer en la vida es aburrirse (qué grande Sancho Gracia en <i>800 balas</i>), aburrir no es menos grave. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Mañana los llevaré a encuadernar. Haré algunas copias más, para regalárselas a unas cuantas personas muy cercanas y muy queridas que apreciarán el gesto. Aprovecho para daros las gracias a todos los que dedicáis vuestro tiempo, un tiempo que nadie os podrá devolver, a leer sobre lo que ama, detesta, indigna o sueña este juntaletras.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Gracias, queridos. De corazón.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><br /></p><p><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">© Andrés Pérez Domínguez, marzo de 2024</span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-62134063099189273332024-03-06T12:00:00.009+01:002024-03-07T18:43:54.272+01:00De mayor quiero ser Ancelotti<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgzGUfE3ONHNx5qySqHQ21Sm_ot2nZhT5ka_vvDhA8lxbMgW_OVX35uZtBG58vnJdajnKyiLO1tiU8fSLjBZJy7v5EaejxIgKhHJpg5Kp4FW2JZwIelCXy9lek3AHrhwtLhvQkegonBYOAgKBBStsvMmtnyKuWnqCsypvGGwVSMdQxdPT9f8j-dvCRLBG5C" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="747" data-original-width="996" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgzGUfE3ONHNx5qySqHQ21Sm_ot2nZhT5ka_vvDhA8lxbMgW_OVX35uZtBG58vnJdajnKyiLO1tiU8fSLjBZJy7v5EaejxIgKhHJpg5Kp4FW2JZwIelCXy9lek3AHrhwtLhvQkegonBYOAgKBBStsvMmtnyKuWnqCsypvGGwVSMdQxdPT9f8j-dvCRLBG5C=w400-h300" width="400" /></a><span style="font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"> </span></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> Mi relación con el fútbol es paradójica: el juego apenas me interesa, no siento una pasión desmesurada por ningún equipo, pero al mismo tiempo envidio a esos aficionados que se desgañitan en el campo o se comen las uñas delante de la tele; pero la mayoría de las situaciones que no tienen que ver con los partidos me generan una enorme curiosidad por lo de impagable estudio de la condición humana que revelan. No es raro esto, creo, y, además, son las contradicciones las que nos humanizan. De otra forma no seríamos sino robots aburridos. Y yo no quiero ser eso. Ni ahora ni nunca. Si acaso, de mayor quiero ser Carlo Ancelotti. Lo tengo clarísimo. Y no lo digo por la pasta que se levanta cada año, sino por su carácter, que también observo con una mezcla de envidia y admiración en algunos tipos cercanos que me recuerdan al italiano. Ese alzamiento de ceja, entre cínico y guasón, a lo Sean Connery, ese aire innegable de bon vivant recién llegado de una playa exótica o a punto de irse a ella con una mujer de bandera, esos modales exquisitos, ese no tener que demostrar nada ya porque, oye, ahí está el currículum: quien pueda, que empate; ese venir ya de vuelta de todo y poder encogerte de hombros porque eres así y a quien no le guste es su problema, ese respeto de los demás, esa lucidez del torero que con su sangre derramada se ha ganado el derecho a ver las corridas desde la barrera y si ha de hacer el paseíllo otra vez pues se hace y ya está, sin mancharse el traje; ese saberse un prestidigitador consciente de todos los trucos de su oficio.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Viene a cuento lo anterior porque este tipo al que tanto envidio dijo ayer que el sufrimiento en su cargo es mayor que la felicidad. Sería fácil rebatírselo, y no digo yo que sin razones. Muchos dirán que con lo que gana el sufrimiento será más llevadero. Pero no creo que le falte razón, y lo digo de verdad. Estoy seguro de que bastantes jugadores, muchos más de los que pensamos, sufren una infelicidad inconfesable. Aparte de un puñado tocado por la varita mágica del destino, para la mayoría es distinto. Incluso esos pocos elegidos no se libran de lo malo. Basta mirarlos bien para saberlo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Cuenta Ancelotti que, mientras la felicidad puede ser compartida, el sufrimiento es para uno solo. Que su cargo lleva aparejadas decisiones que generan daños colaterales. Todavía me cae mejor este tipo. Nunca son las cosas tan bonitas como las vemos desde fuera. La vida de los demás suele parecernos mejor que la nuestra, sus casas más limpias y la biblioteca más ordenada. La felicidad es así: sólo se percibe en los otros, desde lejos o con el paso del tiempo. Basta rascar un poco, o pensar un poco, para darse cuenta de lo menos evidente. Me da que muchos no compartirán lo que digo. Pero esto va de decir lo que uno piensa, no de complacer a nadie. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Por cierto, si alguien está interesado en conocer los entresijos del mundo del fútbol y además pasar un rato estupendo, le animo a leer la trilogía de Philip Kerr protagonizada por Scott Manson, segundo entrenador del ficticio equipo London City, a saber: <i>Mercado de invierno</i>, <i>La mano de Dios </i>y <i>Falso nueve</i>. Tres novelas repletas de tópicos y situaciones increíbles, pero instructivas a rabiar y sobre todo entretenidas. Parece una paradoja, ¿verdad? Pues sí, pero ya lo dije al principio: gracias a las contradicciones la gente es más interesante, más atractiva, más divertida. Y las novelas son, o deberían ser, como la vida, como las personas: deliciosamente imperfectas. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, marzo de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-84118002883734934682024-03-03T11:48:00.005+01:002024-03-03T19:57:47.382+01:00¿Te puedo llamar?<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjdR91tfXDVupiVtfi8miBGhUmcYeByEgsE_p6qIIgU0_MIqbvvISVDkwtl9CqoBTtvs8ZCXFEJ4K4LUuELXalinJIXVSXzeKmfODhBU5UMTUG3cOujlDekIk0MtyX1QMql0_w5W3QlWuq-ML4VTK40G3YBdJCHOYU2xZ3lAR60H_iOKlHtCBCyz508BOeP" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="900" data-original-width="900" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjdR91tfXDVupiVtfi8miBGhUmcYeByEgsE_p6qIIgU0_MIqbvvISVDkwtl9CqoBTtvs8ZCXFEJ4K4LUuELXalinJIXVSXzeKmfODhBU5UMTUG3cOujlDekIk0MtyX1QMql0_w5W3QlWuq-ML4VTK40G3YBdJCHOYU2xZ3lAR60H_iOKlHtCBCyz508BOeP=w320-h320" width="320" /></a></div><span style="font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"> </span><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Tardé mucho en subirme al carro del guasap. Desde que sucumbí a su hechizo lo he dado de baja varias veces con una mezcla de alivio y de preocupación por sentirme aislado. Además, no tener guasap es uno de los motivos, otro de tantos, para que te tilden de raro, a tu cara o a tu espalda, si es que no desconfían de ti, sobre todo si no te conocen. ¿Cómo no va a tener guasap? Cuidado con este tío, a ver si ha salido de una vaina, como los extraterrestres de aquella película. Vigilémoslo, por si acaso. Con estos mimbres Philip K. Dick o Ray Bradbury escribirían una historia pesimista de ciencia ficción. Como ya no pueden, por desgracia, lo mismo acabo escribiéndola yo, aunque no atesore ni un miligramo del talento de esos dos genios. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Debe de hacer cuatro o cinco años que no desactivo el guasap, no me refiero a quitarlo durante unas horas o días, sino a quitarlo durante una temporada con la esperanza estúpida de que sea para siempre. Aunque es útil, lo reconozco, salvo en caso excepcionales apenas lo uso, y rara es la vez que no me arrepiento de haberlo usado demasiado. Prefiero hablar cara a cara o, en su defecto, por teléfono. Tiene que ver, supongo, que usé el guasap por primera vez cuando cumplí los cuarenta y tres veranos, hasta los veintisiete no llevé un móvil encima, y entonces tenía la buena costumbre de casi nunca encenderlo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Una de las cosas que más me molesta del guasap es que cada vez hablamos menos por teléfono. Me da que mucha gente apenas llama y mucho menos espera que la llamen, o acaso se molesta o se siente incómoda cuando alguien marca su número de una forma espontánea. Resulta preferible, parece, la protección de la pantalla, la asepsia del mensaje.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> ¿Cuántas veces os han mandado un mensaje para preguntaros si os pueden llamar? ¿Cuántas veces lo habéis mandado vosotros? No digo una llamada para un asunto profesional o para algo personal con quien apenas tienes confianza. Me refiero a un amigo, a tu pareja, a alguien de tu familia. Ahí quería llegar, queridos. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">No soy muy accesible, lo reconozco. Debe de ser un defecto de fabricación, una de esas diversas taras que todos arrastramos sin darnos cuenta. O tal vez sea una virtud. Todo depende de como uno quiera verlo. Al mismo tiempo, tengo disponibilidad absoluta para un puñado de personas. Y cuando digo disponibilidad absoluta quiero decir disponibilidad absoluta. Lo primero que hago cuando cambio de móvil es instalar una aplicación que discrimine las llamadas según las horas y los días de la semana. Lo siento, pero me gusta estar a mi aire, sin mirar el teléfono, leyendo, paseando, conduciendo, viendo una película o haciendo otras cosas, confesables o no, de las que no me apetece hablar ahora. Por eso no estoy disponible para la mayoría. Sin embargo, hay un puñado de personas, como apuntaba, incluidas en una lista especial. Para ellas mi teléfono sonará siempre. A cualquier hora y para lo que deseen, me da igual que sea para contarme un chiste, pedirme que acuda a sacarlas de un apuro o porque les apetezca charlar un rato conmigo. Pocas cosas demuestran tanto como eso. Que alguien desee hablar contigo, sin ninguna razón especial. Sólo porque se lo pide el cuerpo. Veintiuna personas en total en esa lista, acabo de contarlas: familia, y no toda, además de unos cuantos amigos. Y amigas, claro. Ya sabéis: en determinados asuntos, para que no haya dudas conviene desdoblar el género. No suele pasar, por fortuna, pero me duele cuando una de las personas de esta lista me manda un mensaje para preguntar si me puede llamar. Siempre digo lo mismo: llama cada vez que lo necesites. Si no te puedo atender en ese momento, te lo diré o te devolveré la llamada en cuanto pueda. Si no hoy, mañana, y si no cualquier otro día. Pero ten por seguro que lo haré. He de confesar, también, que me lo pienso dos veces antes de marcar los números de la mayoría de estas personas (no resulta fácil saber si el cariño es correspondido en la misma medida, y no tiene porque ser así, la verdad, nada debería ser obligatorio), pero el viernes, uno de los amigos de esa lista, tras unas cuantas copas de vino me decía que lo llamase cada vez que lo necesitara. Él no dudaría en hacer lo mismo. Si yo necesito hablar con un amigo a las tres de la mañana, lo llamo, sentenció. Si no, no es un amigo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">No le faltaba razón. Quizá en estos tiempos puñeteros del guasap tu gente sea la que te llama sin preguntar antes si molesta. Aquellos a los que tú también puedes llamarlos sin pedir permiso. Conque, prueba a marcar mi número a una hora intempestiva. O un sábado. O un domingo. Si mi teléfono da señal de llamada, es que te considero de los míos. Y si no contesto, no te preocupes. Ten por seguro que te daré un toque en cuanto pueda. Y si te escribo para preguntar si te molesto es porque, lo siento, no somos tan amigos como creías.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, marzo de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-65548182791167181742024-02-29T11:52:00.002+01:002024-02-29T13:41:48.323+01:00Esos tipos con bigote tienen cara de hotentote<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjohLXurzu-towDaBLBnpU-x0Kxh0JU5vmRUR6BBF3OzRrLYaUSgIlO392WawMBtVXbCRadRd-lXZO4amON2bfA4iMhIttrZrlu8XKevncrRNY25wrLiJwcyKNcSro2nEbtYFWYnoS02_7shR-o1UqqhJxdbRTkll1sp0iOM-NrCOth5yNlKS7tsYxV4d4a" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="905" data-original-width="1045" height="344" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjohLXurzu-towDaBLBnpU-x0Kxh0JU5vmRUR6BBF3OzRrLYaUSgIlO392WawMBtVXbCRadRd-lXZO4amON2bfA4iMhIttrZrlu8XKevncrRNY25wrLiJwcyKNcSro2nEbtYFWYnoS02_7shR-o1UqqhJxdbRTkll1sp0iOM-NrCOth5yNlKS7tsYxV4d4a=w400-h344" width="400" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Nos vamos a tomar por culo. Sin remedio. Cada vez lo tengo más claro. Podría cortar y pegar, cambiar los nombres y este artículo no sería muy distinto al que he escrito otras veces. Demasiadas veces y cada vez más veces. Tiro de memoria: en 2002 lo puse negro sobre blanco en la columna de un periódico donde cada semana me dejaban dar rienda suelta a lo que me pasaba por la cabeza. Entonces era la novela <i>Diez negritos</i>, de Agatha Christie. Le cambiaban el título, para no molestar. En 2020 alguna lumbrera (puede ser tanto femenino como masculino: prefiero aclararlo antes de que los guardianes, o las guardianas, de la corrección me salten a la yugular) dijo que <i>Lo que el viento</i><i>se llevó </i>fomentaba el racismo y HBO la retiró de su catálogo. En octubre de 2022 se levantó un revuelo porque la canción <i>Sufre mamón</i>, de Hombres G, lanzaba un preocupante mensaje homófobo. Hace justo un año nos enteramos de que los párrafos de algunos cuentos de Roald Dahl iban a ser reescritos para no ofender a los jóvenes lectores sensibles. Esta semana le ha tocado el turno a Mary Poppins. Ahora parece que la película, que por cierto nunca he visto y ya va siendo hora, no la van a poder ver los niños británicos porque para referirse a una etnia africana se usa el colonial, ofensivo, anticuado y racista término “hotentote” en lugar de los pertinentes “khoikhoi” o “khoi”. Lástima que ya no podamos ver la cara guasona de Francisco Ibáñez, que tan populares hizo a los hotentotes, al enterarse de la noticia. Corre a leer <i>Mortadelo y Filemón </i>si quieres saber por qué lo digo. Alguna ventaja tiene morirse, parece. Al menos así te ahorras sandeces.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">En fin. Ya sabéis lo que pienso. Luchar contra esta corriente de gilipollez supone un esfuerzo inútil. Pero lo haré una vez más, por mí que no quede. Es lo que tiene ser un idealista: seguir peleando a pesar de saber de antemano que la batalla está perdida. Algún día prohibirán <i>Salvar al soldado Ryan </i>porque los americanos son acribillados a balazos en Utah beach, <i>Río Bravo </i>porque Dean Martin interpreta a un sheriff alcohólico y toda la serie de <i>Rocky </i>porque dos tipos se dan puñetazos en un ring. Me he puesto un límite: cuando alguien proteste porque <i>El Padrino </i>resulta ofensiva para los italoamericanos y sometan la película al reciclaje adecuado al gusto de todos. Si eso pasa sabré que ya no merece la pena el esfuerzo. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Los tontos eloi y los malvados morlocks. A eso nos encaminamos. También he hablado de esto alguna vez. Si no lo entiendes, corre a leer a H. G. Wells. Pero según el autor de <i>La máquina del tiempo </i>eso sucedería en el año 802701 y no pienso vivir tanto. Sería muy aburrido. Me queda la esperanza de que levanten un muro y a un lado nos coloquen a quienes no podemos ni queremos dejar de ser incorrectos. Y al otro a todos los demás. Ya lo dijo Leonard Cohen: “A veces para saber dónde quieres estar, basta mirar quienes están al otro lado”. O si no lo dijo él, quien fuera tenía mucha razón. La otra opción es quitarme la ropa en una playa y empezar a nadar hasta que me fallen la fuerzas, ojalá que muy lejos de la orilla. Esta mañana se lo contaba a alguien que me conoce muy bien. Y no es la primera vez que se lo digo. Eres tonto, respondió, como siempre. No le falta razón.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Cosas mías.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-18238961218425435542024-02-26T16:18:00.004+01:002024-02-26T19:15:16.022+01:00La condición humana<div class="separator"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGtTyyNSb2Mo8i7jy04x2hz8ilE0CkHhIGUPVgYnF48KXpxMp67a3F3mTBKV7ygSYSlFH5s_DAAWEHk21i6YvKV_INhrxtCO8NIsIFdvWuP35ZdWtXTBAK-X7GggBXUsbl3N5e0_Ore7kXo1jAjdbP-3iimwhYgdp6CaHk5D-Yx5XSaaB_mtPmE7x0hQuz/s3072/17086934221340.jpeg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="3072" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGtTyyNSb2Mo8i7jy04x2hz8ilE0CkHhIGUPVgYnF48KXpxMp67a3F3mTBKV7ygSYSlFH5s_DAAWEHk21i6YvKV_INhrxtCO8NIsIFdvWuP35ZdWtXTBAK-X7GggBXUsbl3N5e0_Ore7kXo1jAjdbP-3iimwhYgdp6CaHk5D-Yx5XSaaB_mtPmE7x0hQuz/w400-h266/17086934221340.jpeg" width="400" /></a></div><span style="font-family: georgia;"><div style="text-align: justify;">En las últimas dos décadas me han propuesto tres veces formar parte de la lista para unas elecciones. Resulta divertido porque se trataba de tres partidos de corte muy distinto. También halagador, no lo niego, que, como escribió Max Aub, nadie adivine lo que abrigan mis colores. Entiendo que si cada persona que habló conmigo estaba convencida de mi apego a sus ideas es porque siempre he procurado ser fiel a mí mismo. Y me provoca una sonrisa que tanta gente crea conocerme cuando a veces a mí me cuesta tanto conocerme. En realidad, nunca me he casado con nadie, literalmente, pero esa historia la dejaremos para otro día. La de la boda, digo. En mi opinión, uno debe ser fiel a sus ideas, evolucionar con ellas, pero la lealtad inquebrantable a un partido, pase lo que pase, me resulta tan absurdo como el futbolero “man que pierda”. No tengo ninguna vocación política, eso al menos parece claro. </div></span><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hace muchos años un político que iniciaba su carrera y ya entonces ocupaba un cargo muy importante y ha seguido escalando con la astucia necesaria para estar hoy mucho más arriba, me contaba que su principal batalla no era contra la oposición (si acaso, esta sólo sucedía cada cuatro años), sino contra los compañeros de su propio partido. Yo era muy joven y me sorprendió. Ahora ya no tengo dudas. Me acuerdo de esto hoy, cuando todo el PSOE está pidiendo la cabeza del exministro Ábalos. Escribo cuando aún no ha abandonado el barco pero todo apunta a que lo hará. La lucha por el poder en la política es una de las formas más aleccionadoras que se me ocurren sobre la condición humana. Otras son las reuniones de una comunidad de vecinos o las excusas patéticas de un amigo tras intentar acostarse (incluso conseguir acostarse) con tu ex. No me cae simpático José Luis Ábalos. Ni ahora ni cuando era un ministro poderoso, valga el fácil pleonasmo. Y cada uno que apechugue con su responsabilidad y con su culpa. Sólo faltaría. Pero observo con curiosidad antropológica, quién sabe si también entomológica, el sonido siniestro de las navajas al afilarse. Sobre todo las de sus propios compañeros. Esos mismos que antes se hacían fotos con él y seguro que le pedían favores, le daban palmadas en la espalda y hasta presumían de su amistad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La condición humana. Ya lo he dicho más arriba. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><span style="font-family: georgia;"><div style="text-align: justify;"> © Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024</div></span><p style="text-align: justify;"><br /></p><p><br /></p><p><br /></p></div></div>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-16495190905509216012024-02-23T12:12:00.011+01:002024-02-23T19:07:25.014+01:00Filosofía<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiVJ_a8tY6j-Pdw4fggJCDv-ufkZAL_dTAZT3zYrlURIMlEMcxP8eXh7ImjJxa21NtIgxPVzlbVO3Q1QsHHX2grWfD4hC_7VE9_PYo5jizQYHyeyiMS95HTL-Sv1_vUeSQjWqnWGP5WKGTQM7rfVvG_BSCtIwbeosHj0XoH4KKaSpOcLyRUBI52CUk5K_7D" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="466" data-original-width="303" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiVJ_a8tY6j-Pdw4fggJCDv-ufkZAL_dTAZT3zYrlURIMlEMcxP8eXh7ImjJxa21NtIgxPVzlbVO3Q1QsHHX2grWfD4hC_7VE9_PYo5jizQYHyeyiMS95HTL-Sv1_vUeSQjWqnWGP5WKGTQM7rfVvG_BSCtIwbeosHj0XoH4KKaSpOcLyRUBI52CUk5K_7D=w260-h400" width="260" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Eres un filósofo, me decía alguien no hace mucho. Le brillaban los ojos por mi opinión sobre algo muy importante que le pasaba. Un par de cosas sobre esto: una, me había preguntado (no acostumbro a meter la nariz donde no me llaman); dos, no soy un filósofo. O sí, pero no en mayor medida de la que todos lo somos, supongo. Soy de los que procuran ver las cosas desde múltiples ángulos, puede que por deformación profesional: debo ponerme en el lugar de los personajes, entender sus motivaciones. Quizá eso te regala, aunque no lo quieras, una importante capacidad empática, aunque a veces la empatía se pasa de rosca y cada vez que alguien te ataca o te maltrata o te hace daño en lugar de enfadarte o entristecerte, o además de enfadarte y entristecerte, te preguntas cuánto tienes tú de culpa en lo sucedido, si no podrías haber hecho más para evitarlo y procuras entender sus razones. Al final tienes que resignarte, no hay respuesta para todo. Al cabo, filosofía es lo que no sabemos, como apuntó Bertrand Russell. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Ahora en serio: me gusta mucho la filosofía. Muchas veces he contado a mis amigos aquel examen oral en COU. El profesor levantando las dos palmas de las manos, como si sostuviese una bandeja en cada una, y la pregunta: “A ver, Andrés, tenemos aquí un bloque de piedra y aquí una estatua. ¿Qué diría Platón que ha sucedido entre ambos estados? ¿Y Aristóteles? ¿Qué diría Aristóteles?” Más de tres décadas después no he sido capaz de encontrar una forma más sencilla y descriptiva de explicar a nadie el significado de lo ideal para Platón o de la potencia y el acto aristotélicos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhXDTWAmSLAGijkFrZjrNAyyJxNpIwTEwBABUmkwr_V6u3EBZ9_jJal2zL8JKvZCKRHnVolM1mHp2yBwxH8MCDtE--KKKKO0g7nxGt6g4gS-Ss419y3HoCHHDFY2XIaIPxIH0CT2W6MlZsCXuM0wbwWAGHKPThHXtBuF0KN9HnbX8U25_uNxnfQtd97u0xE" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="445" data-original-width="295" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhXDTWAmSLAGijkFrZjrNAyyJxNpIwTEwBABUmkwr_V6u3EBZ9_jJal2zL8JKvZCKRHnVolM1mHp2yBwxH8MCDtE--KKKKO0g7nxGt6g4gS-Ss419y3HoCHHDFY2XIaIPxIH0CT2W6MlZsCXuM0wbwWAGHKPThHXtBuF0KN9HnbX8U25_uNxnfQtd97u0xE=w267-h400" width="267" /></a></div><div style="text-align: justify;"> <span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Ya me gustaría llevar toga y sandalias y sentarme al sol para comer aceitunas mirando al Jónico; o pasear por un sendero alfombrado de tilos mientras la cabeza me hierve bajo el sombrero de tres picos de tanto reflexionar. O tener (al menos tenerlo siempre), ese temple marcoaureliano. Por cierto: el estoicismo es una corriente filosófica con elementos muy aprovechables, parece que ahora está muy de moda, pero llevado al extremo resulta de una frialdad sobrecogedora. Bueno es que lo que suceda no nos afecte demasiado, pero peor es que todo nos resbale. Aunque me gusta la escuela estoica, prefiero el escepticismo. Me parece la mejor forma de afrontar la existencia. Cuantas menos certezas y menos expectativas, mucho mejor.</span></div><div><span style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"> Toda esta parrafada (¡hay que ver!) para contar que uno de los grandes descubrimientos en los últimos tiempos para mí han sido los libros del filósofo cordobés José Carlos Ruiz. El año pasado leí con enorme felicidad </span><i style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El arte de pensar </i><span style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">y estos días me he zampado en un par de sentadas </span><i style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Filosofía ante el desánimo</i><span style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">. En mi opinión, la mejor filosofía es aquella que resulta útil para esta cosa tan rara que llamamos vida. Los libros de José Carlos Ruiz son útiles. Muy útiles. Quizá parezca un esfuerzo ponerse a leer filosofía a estas alturas cuando Internet está repleta de sentencias propias de cuadernos de adolescentes, ¿verdad? Frases vacías o sonrojantes que demasiadas veces, me temo, ni siquiera comprenden quienes las muestran con tanta alegría, algunas con faltas de ortografía tan evidentes que te dan ganas de apartar la vista. Son cosas de este mundo líquido que con tanto acierto definió Zygmunt Bauman. Pero la buena filosofía, la que sirve para la vida, la que enseña, la que te hace reflexionar y te empuja a seguir descubriendo y a seguir aprendiendo, sigue existiendo. Y hay que celebrarlo.</span></div><div><span style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Yo lo celebro.</span><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p></div>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-61993480543530636492024-02-18T13:16:00.004+01:002024-02-18T13:30:33.968+01:00Ni una puñetera foto<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiw8joq9hejva8INsyIIe-c24i6nl3Fqu9p6Ri4ACzTa5sdlFb49Y9Tp649bN1GJWnshE3Z5JOAeIq4P7lDeJ6P_lF3i1jS27nLBeFgLomapdSj90qNi3z-qvFnVvOQoeDxB-GnR1dtSzovVWMW8UbJqlRLRDK6p7kObTELXWFq35k4rC-DsomBzvuUMp0X" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="1346" data-original-width="1600" height="336" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiw8joq9hejva8INsyIIe-c24i6nl3Fqu9p6Ri4ACzTa5sdlFb49Y9Tp649bN1GJWnshE3Z5JOAeIq4P7lDeJ6P_lF3i1jS27nLBeFgLomapdSj90qNi3z-qvFnVvOQoeDxB-GnR1dtSzovVWMW8UbJqlRLRDK6p7kObTELXWFq35k4rC-DsomBzvuUMp0X=w400-h336" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">En agosto de 1987 pasé un par de días navegando en canoa por el río Shenandoah.</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Like the indians</i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">, fue el argumento de tres amigos norteamericanos cuando me invitaron. Remar entre montañas, ciervos pastando en la orilla, aullidos de coyotes mientras el fuego ardía junto a la tienda de campaña. Toda una experiencia a la edad que tenía entonces. Sobre todo si habías leído de niño las novelas de James Fenimore Cooper. Aún tardaría unos años en estrenarse la espléndida</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">El último mohicano</i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">, con Daniel Day Lewis, que además se rodó no demasiado lejos de allí, pero la emoción era la misma.</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Paddle hard!</i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">, se desgañitaba Mark desde la popa de nuestra canoa cuando la proa enfilaba sin remedio hacia los rápidos. Alguna vez volcamos y tuvimos que nadar para recuperar las bolsas de la comida; de cuando en cuando había que remar hasta la orilla y cargar con las canoas sobre la cabeza para salvar un desnivel peligroso. De noche, estos tres tipos a los que ya no he vuelto a ver, me miraban y me hablaban de la película</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Deliverance (Defensa, </i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">se tituló en España</span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">)</i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">.</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Qué graciosillos. Si la habéis visto, entenderéis por qué lo digo, por qué resulta una broma siniestra. Si no, buscadla. Un clásico setentero, con John Boorman (el mismo de</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Excalibur </i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">y</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span><i style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">La selva esmeralda</i><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">) a los mandos y Burt Reynolds en pleno apogeo al frente del reparto. Sólo a Robin Hood le ha resultado más oportuno un arco, creedme.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Hoy me acuerdo de aquella aventura de hace tantos años al ver, mientras desayunaba, a una mujer joven con sus dos hijos en la mesa de al lado haciéndose selfies todo el rato. Que levante la mano quien esté libre de pecado, yo el primero, pero viene esto a cuento porque de aquellos días irrepetibles en las montañas de Virginia no tengo ni una puñetera foto. Y no digo que no me gustaría, pero quién sabe si por no tenerla lo recuerdo con tanta intensidad, con tanta nitidez. Tardé mucho en usar una cámara digital. Hasta 2007 cargaba siempre con una vieja réflex que compré aquel mismo verano de la aventura en canoa, en una tienda de Washington D.C. Aún no nos habíamos globalizado, estos cacharros solían ser mucho más baratos fuera de España y antes de viajar había que buscar mucho y mirar mucho para informarte de lo que te esperaba, mirar mapas con una lupa, preguntar a quien hubiera estado allí. Pero siempre planeaba una deliciosa sensación de descubrimiento iniciático, de abrir los ojos de verdad. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Llego a casa y busco esa vieja Canon que cumplirá 37 veranos este año. La tengo a mano, a pesar de que hace años que no la uso. No tiene carrete, pero pulso el disparador por inercia, pensando que no va a responder porque está sin pilas. Pero chasquea con la misma potencia insolente de siempre, recordándome que sigue esperándome, por mucho que me empeñe en arrumbarla. Me apresuro a sacar las pilas. Quién sabe cuánto llevan ahí. Ahora estará todo hecho un desastre, seguro que la vieja cámara ya no servirá más que como adorno. Pero qué va: todo está como debería. Ya no sé ni dónde venden carretes, si es que los venden, y mucho menos dónde se revelan, si es que se revelan. Pero cuánto me apetece meter uno en esta cámara, colgármela al hombro, hacer fotos sin poder ver el resultado, tener la curiosidad por mirarlas, la incertidumbre porque no hayan salido. Retratar lo que me plazca por el puro placer de hacerlo, sin poder caer en la tentación de colgarlo en las redes sociales. Hacer fotos de las que se tocan, como dice mi madre, siempre tan sabia. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-50777534096494357372024-02-11T13:05:00.004+01:002024-02-11T13:05:23.516+01:00Amargura destilada<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjLJEf_mJYjI25RGOGJhkg8LhTdct8tXj5wLc75F0_xkGr-Vzy2Dr1xtSC0e6i5QMhPDXXss-6ECjvoFCetqyEMUIVxpEFc4sYrJe2aPcom3ZHxKAPoAsrqyvJ8b3RAYJ8M1LlyzyGa1wCzpieAYtwzKhbyakERtsQrXj5vkPO04lxCkcM5yjnr_XsbbLRh" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="2047" data-original-width="3072" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjLJEf_mJYjI25RGOGJhkg8LhTdct8tXj5wLc75F0_xkGr-Vzy2Dr1xtSC0e6i5QMhPDXXss-6ECjvoFCetqyEMUIVxpEFc4sYrJe2aPcom3ZHxKAPoAsrqyvJ8b3RAYJ8M1LlyzyGa1wCzpieAYtwzKhbyakERtsQrXj5vkPO04lxCkcM5yjnr_XsbbLRh=w400-h266" width="400" /></a></div>Llego a casa y pongo la tele justo cuando David Verdaguer está a punto de recoger el Goya al mejor actor protagonista por <i>Saben aquell</i>. Estoy agotado, se me caen los ojos porque el sábado ha sido muy largo y provechoso, pero me quedo a ver la gala hasta el final. Tenía curiosidad por qué película se llevaría el galardón a la mejor del año. Acertaron las quinielas y fue <i>La sociedad de la nieve</i>. De las cinco finalistas son las únicas que he visto. De ellas he hablado aquí. Hay otra que me apetece mucho: <i>Cerrar los ojos</i>, la de Víctor Erice. Y espero solucionarlo en breve. De las dos primeras mencionadas, prefiero la de David Trueba. Ambas son estupendas, pero me tiran más las historias que se apoyan en la épica de lo cotidiano, en los silencios. Las que tienen que ver con los garbanzos, como apuntaba Rafael Azcona. El actor premiado por su interpretación de Eugenio lo explicó muy bien anoche, Goya en mano: “Quiero dedicar este premio también a los humoristas y a los cómicos de este país porque creo que hacen un trabajo muy serio.” No puedo estar más de acuerdo. Procuro estar de broma cada vez que puedo, lo que suele ser muchas veces, me sale de una forma natural, pero siempre, o casi siempre, estoy riéndome de mí mismo, aunque a menudo no lo parezca. La ironía (en este caso la auto ironía), al menos en mi caso, no es sino amargura destilada. Nunca hablo más en serio ni quiero soltar una carga más profunda que cuando bromeo, sobre todo si el objeto de las bromas soy yo mismo. No es fácil de entender, lo sé. Tampoco me he jactado nunca de ser un tipo de fácil trato. Pero como suele suceder, cualquier cosa que uno diga ya ha sido dicha por alguien antes y probablemente mucho mejor. En este caso Umbral, hace un cuarto de siglo: “Ocurre que el humor es, como el misticismo, por ejemplo, una situación límite del alma (…). Humor y ascetismo me parecen situaciones muy semejantes. El humorista hace sonreír, pero él no sonríe nunca porque lo suyo, en realidad, es una tristeza elegante, un clariver donde la urgencia de la vida / muerte no tiene vuelta.”<o:p></o:p><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Pues eso.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-41569082979891809962024-02-10T12:35:00.005+01:002024-02-10T13:18:45.526+01:00Ni edad de merecer<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhPq6KjeuT-SoNoK8iyiJexgJhZLOMfwvI4elzXamr0bXK8n1Rw3tvaONKL_w0ODcKX-VI1y70LPYaf77g0YowuX1Ba0j7eAe_pdLDvwceTeWzlVZrIOJi-SwW2uEFsK5u7NCmsEguJ3drdAbZ_GdHETxRPqKwvCXmSg79UylafefaGEvTQQYY1PriBdRE_" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="480" data-original-width="720" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhPq6KjeuT-SoNoK8iyiJexgJhZLOMfwvI4elzXamr0bXK8n1Rw3tvaONKL_w0ODcKX-VI1y70LPYaf77g0YowuX1Ba0j7eAe_pdLDvwceTeWzlVZrIOJi-SwW2uEFsK5u7NCmsEguJ3drdAbZ_GdHETxRPqKwvCXmSg79UylafefaGEvTQQYY1PriBdRE_=w400-h266" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><span lang="ES" style="font-size: 13pt; text-align: start; text-indent: 0px;">A Joe Biden le baila la memoria. Nada extraño, ni sorprendente, en un hombre de ochenta y dos años, confundir al presidente egipcio con el mexicano, o a Macron con Miterrand. Podía haber sido peor, o más divertido, si por aquello de la rima y lo de francés lo hubiese llamado Napoleón. Hasta Joaquin Phoenix podría haber dicho, puestos a rizar el rizo. Trump sólo tiene cuatro años menos pero se refiere a Biden con la condescendencia de quien se sabe ganador y se siente superior. Vladimir Putin sonríe como un tiburón que avizora un barco yéndose a pique mientras sostiene que con Trump las cosas irían mucho mejor. No estoy seguro de para quién, o sí, pero no quiero desviarme. De Carles Puigdemont de momento no ha dicho nada, no sé si por prudencia o porque, con la que está cayendo en el mundo, que los rusos quieran pescar en el río revuelto de la independencia de Cataluña debe de parecerle un asunto menor. Y quizá lo sea. No lo es tanto, un asunto menor, el de la edad, digo: Putin tiene diez años menos que Biden y seis menos que Trump. Si el presidente norteamericano amenaza con presentarse a la reelección a pesar de sus lapsus y el expresidente babea por volver a tuitear al amanecer desde la Casa Blanca para que temblemos todos o sintamos alipori, no es de extrañar que el ruso aventure convertirse en el próximo líder del mundo. Ya veremos si será un mundo libre o no. Parece que en estos tiempos líquidos la adolescencia a menudo llega hasta los treinta y cinco, la juventud hasta los sesenta y cinco y a partir de aquí nadie quiere ser un viejo: todos prestos a enfundarse en mallas coloridas y a teñirse el pelo, para mimetizarse con los nietos. Bueno, todos no: quedan ancianos dignos que no manejan <i>smartphones </i>ni puñetera falta que les hace, ni se hacen fotos mirando a la cámara con gestos ridículos para alimentar las historias de Instagram de sus descendientes. Es bueno darse cuenta, como canta el maestro Sabina, de cuando a uno se le pasa la edad de merecer. </span></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><span face="-webkit-standard" style="font-size: medium; text-align: start; text-indent: 0px;"></span>Me acuerdo de la filosofía, filosofía de la buena, la que predicaban quienes vestían toga o llevaban un sombrero de tres picos. La que resulta útil para entender lo que te pasa, para entender el mundo. Tan buena como la que todavía por fortuna siguen mostrando algunas personas muy lúcidas. Lecturas que disfruto tanto. Pero eso lo dejaremos para otro día. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-62607809728929848442024-02-08T11:04:00.004+01:002024-02-08T11:21:20.342+01:00Mucho ánimo<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjogp0BZ61TIVdUheCIS6NM6oNUgRS3UFFHv9Nhi4DPH7RXrq3d_HfjXTg5-ZkSG5g4HPc9QWrVdRtUG1oq4xi2HUYWyyEQI-sh2UD1aQa3e-SVSUBowCtz8XPjug-xuETsRq62cx-c2OC8NImyIP3j_e_HUZ-baWWiObxpgY-HjWCg6prCLNEpRuv3WMJq" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><br /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjt9yie0E53uUd95gyFfe5WUIsj0yFj74faqnwV1GNZvImdGdLzqmqNWGB4bkDNvMKdGl6Km44q6kHso1nQNrE8yDif4aStHV_0LC2VGyygj7LZS-IurMu4TPwwmA_6dZ3vEtzo9VwQpuCp1UnqbUkNDeLf5rbMDFdxDWfZHUmIFxtNL8hQwJeSz7bBFNUC" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjt9yie0E53uUd95gyFfe5WUIsj0yFj74faqnwV1GNZvImdGdLzqmqNWGB4bkDNvMKdGl6Km44q6kHso1nQNrE8yDif4aStHV_0LC2VGyygj7LZS-IurMu4TPwwmA_6dZ3vEtzo9VwQpuCp1UnqbUkNDeLf5rbMDFdxDWfZHUmIFxtNL8hQwJeSz7bBFNUC=w400-h300" width="400" /></a></div><span lang="ES">No sé qué le ocurre, pero intuyo o adivino o imagino que algo le pasa. Aunque la sonrisa siga siendo la misma de cada mañana. También su amabilidad. Es de agradecer en cualquiera que trabaje cara al público. Sobre todo en un bar. No siempre se da. Pocas cosas resultan más desagradables que un perdonavidas que atiende a un cliente: en una ventanilla, en un comercio, en un bar o en una gasolinera. Yo estoy a lo mío, apurando el segundo café, mirando a la gente, leyendo, anotando en el cuaderno cosas que sólo yo entiendo, cosas que a menudo yo no entiendo. Un cliente le da un abrazo. Le dice que mucho ánimo. Conozco al cliente, de una vez que coincidimos en otro sitio, no muy lejos de allí, una tarde muy especial a primeros del verano pasado. Desde entonces me saluda con afecto y amabilidad. Ni siquiera me acordaba de él cuando un día se acercó a mi mesa y me tendió la mano. La vida, me dice al despedirse, con pena. La vida está llena de problemas. No hago preguntas. Cuando intuyes algo malo es mejor ser discreto. Aún me quedo un poco, sigo a mis cuitas, que no son nada y lo son todo. La sonrisa sigue siendo la misma cuando voy a pagar la cuenta a la barra. Si hay tristeza está muy escondida, al fondo de los ojos. Ojalá que no la haya. Ojalá me equivoque. En esta vida, Andrés, me dijo cuando era muy jovencito uno de esos sabios que ya se fue, el que no vale para barrendero no vale para nada. Cuánta razón tenía. <o:p></o:p></span><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Cosas mías.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-90492949403327162742024-02-04T07:53:00.004+01:002024-02-04T08:26:12.560+01:00Apollo Creed<p style="text-align: left;"><span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiJsNVetM6VGpl8SIOC9guJaoEtLsxnu1dAqpTbazemyCI1aDBqtS5Dbt09YEWo8b1_0HQ4teGSjMXmaSfb5JEwS1pji89fLLqRYX6LE2puHM-nogAHinrsTRqYX-LMlL1p1IdP1KwKpmaRZlgTKwRhIRX2j_jYj4LM-V3yXhFCizV0eXqY6kg_LkVYF_r/s4096/IMG_20240204_012530_700.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4096" data-original-width="4096" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiJsNVetM6VGpl8SIOC9guJaoEtLsxnu1dAqpTbazemyCI1aDBqtS5Dbt09YEWo8b1_0HQ4teGSjMXmaSfb5JEwS1pji89fLLqRYX6LE2puHM-nogAHinrsTRqYX-LMlL1p1IdP1KwKpmaRZlgTKwRhIRX2j_jYj4LM-V3yXhFCizV0eXqY6kg_LkVYF_r/s320/IMG_20240204_012530_700.png" width="320" /></a></span></div><span><br /><div style="text-align: justify;"><span> </span><span> </span><span style="font-family: georgia;">Hace años, en una mesa redonda sobre boxeo en la que participé en Barcelona porque el protagonista de una novela mía había sido campeón de Europa superwélter, un púgil retirado arrugó la nariz con asco cuando alguien mencionó, tal vez yo mismo, las películas de Rocky. Las he visto todas, varias veces, disfrutándolas siempre. Hasta algunas mujeres me han aguantado el tiempo suficiente para verlas conmigo. Sólo algunas, sí. Con otras no lo he conseguido. Suena a tópico manido, ya lo sé, pero si las ves de un tirón las películas de Rocky suponen una muestra innegable de superación, del personaje y del actor que lo interpreta. Contaba Stallone en un documental dos anécdotas a las que a menudo recurro cuando hablo de la importancia de no rendirte si crees en ti mismo o de lo fundamental que puede llegar a ser un detalle en apariencia insignificante. Empiezo por lo segundo: Stallone fue a un casting para otra película, y allí estaban, si mal no recuerdo, John G. Alvidsen e Irving Wrinkler, quienes terminarían dirigiendo la primera (Alvidsen) y produciendo todas las películas de la serie (Wrinkler). Cuando se marchaba, el actor al que no conocía ni la madre que lo parió se dio media vuelta y les dijo que estaba escribiendo algo sobre un boxeador. Enséñanoslo cuando lo tengas, respondieron. Si no hubiera dicho esas palabras, contaba Sly muchos años después, no estaría aquí ahora mismo. Lección número uno: nunca se debe dar nada por sentado, cualquier cosa, por difícil que parezca, puede suceder. Lo primero, decía, era la importancia de no rendirte si crees en ti mismo. Cuando el proyecto cinematográfico principiaba nadie apostaba por Stallone como protagonista. La cara medio paralizada, las mismas dotes para actuar que un gorila anestesiado… Le ofrecieron dinero por hacerse a un lado. Primero un poco, luego mucho. Y eso es difícil de rechazar cuando tu cuenta bancaria está en números rojos y has tenido que vender a tu perro para llenar el carrito del supermercado. Luego pudo recuperarlo por una cantidad muy superior. Es el mismo perro que sale en la película, vaya. Por las razones que fuesen, y gracias siempre a quien lo decidiera, el papel fue para el tipo que había creado al personaje. Parecía lo justo. Sería un sacrilegio hoy pensar en Rocky Balboa con otra cara que no fuese la de Stallone. Lección número dos: nunca te rindas, pero nunca, nunca. O, si lo prefieres, como sostenía Churchill: “<i>Never, never, never quit</i>…”</span></div></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">He soltado la parrafada anterior porque quería hablar de Apollo Creed. Las películas no serían lo mismo sin él. Quién sabe si acaso serían. Apollo Creed fue el antagonista de Rocky (dos veces: la primera ganó por los puntos, la segunda fue noqueado), luego fue su amigo y su entrenador (no es mala idea si ves a tu contrincante triturar las costillas en el congelador donde entrena) para poner en su sitio a Clubber Lang (es Creed quien le advierte a Rocky sobre la mirada del tigre que ha perdido ―<i>The eye of the Tiger</i>, sí, corred a buscar la canción de Survivor; también hay una hermosa versión de Chiara Mastroiani―); y por último murió en un combate con Iván Drago que Rocky se encargaría de vengar, como no podía ser de otra forma. Siempre me cayó simpático Apollo Creed. Jamás habría contratado a su sastre, pero tenía una presencia imponente, con esos pectorales cincelados y la sonrisa de tipo listo. Ahora se nos ha muerto, mientras dormía, sin hacer ruido, y me pongo a pensar, una vez más, y no sé si hacerlo se está convirtiendo en una mala costumbre, en el paso del tiempo. Me apetecía dibujarlo. Y quizá sea el momento de volver a ver las cuatro primeras películas de Rocky porque en todas sale Carl Weathers. </span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">¿Alguien se apunta? </span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"> © Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024</span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-45610808368929390232024-02-02T11:16:00.004+01:002024-02-02T11:16:58.512+01:00Nadar hasta que pueda<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQGXLB0rFjsk0xhziYDkfSdUMKsg0xFpG2DCtJzG_DO66HY60CQCtBg4FE44HTDKC6UGYLtQFpi7YKYIW9DiVE5PExTeZ9RWMWb5HoBXpBG6fXor6Qrk_tU64qvSCXcevMNkpHWaY4LnOxrSKi3QADyZGfTb6_8V72qr_5deJbe-zd26_e23DQXNWvLomJ/s1429/WhatsApp%20Image%202024-02-02%20at%2011.09.58.jpeg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1021" data-original-width="1429" height="286" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQGXLB0rFjsk0xhziYDkfSdUMKsg0xFpG2DCtJzG_DO66HY60CQCtBg4FE44HTDKC6UGYLtQFpi7YKYIW9DiVE5PExTeZ9RWMWb5HoBXpBG6fXor6Qrk_tU64qvSCXcevMNkpHWaY4LnOxrSKi3QADyZGfTb6_8V72qr_5deJbe-zd26_e23DQXNWvLomJ/w400-h286/WhatsApp%20Image%202024-02-02%20at%2011.09.58.jpeg" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Ya me conocéis. Y si no me conocéis, vuelvo a contarlo. Será por contar. Vivo saludablemente lejos del mundillo literario. Lejos de Barcelona, lejos de Madrid, incluso lejos de Sevilla porque habito en una esquina de la provincia. Aparte de las presentaciones y de las entrevistas que tienen que ver con la promoción de mis libros (o tenían: ahora lo explicaré), no suelo asistir a actos literarios. Ya ni me invitan de tanto escaquearme. No me quejo. No se puede tener todo y por todo se paga un precio. Disfruto de la promoción, de los viajes, de las entrevistas, de los encuentros con los lectores, pero también respiro aliviado cuando regreso a mi rutina, a escribir cuando puedo, sentado en mi despacho, imaginando historias, emborronando cuadernos. Esta semana en Madrid un amigo me pone al día del negocio de los libros. Esto ha cambiado mucho, Andrés, me cuenta. Salvo casos excepcionales, ya no se hacen viajes promocionales. Las entrevistas en los medios cada vez son más escasas. Ahora lo importante es salir bien destacado en la búsqueda de Amazon. Uno de los principales argumentos, si no el principal, para publicar una obra es el número de seguidores del autor en las redes sociales. Si te cuento las cifras de venta de la mayoría de tus colegas te partirías de la risa. Así que date por satisfecho por lo conseguido y por lo vivido. Que te quiten lo bailado. Pero así es como están las cosas. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">No me cuenta nada que no sepa. Supongo que por eso no me afecta como debería. Me encuentro en plena forma literaria. Disfruto cuando me siento a escribir igual que cuando ningún editor se atrevía a publicarme. Y eso hago, hoy mismo, regresado a mi estudio, de vuelta a la rutina. Sentarme a jugar a imaginemos. Disfrutar, aunque guarde un libro de cuentos en un cajón, esté pariendo otro y tenga varios proyectos de novela. Disfruto a pesar de lo anterior o quién sabe si por lo anterior. Nadaré hasta que pueda, como canta Amanda Martínez; o intentaré pasarlo bien, como esos dos soldados que interpretan Mel Gibson y Mark Lee en la espléndida <i>Gallipoli,</i>cuando el oficial les permite quedarse en el baile porque sabe que al día siguiente los van a enviar al matadero.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Parece triste, pero no lo es. Se trata de soñar y al mismo tiempo tener los pies en la tierra. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Todo lo demás es ruido. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Yo me entiendo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, febrero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-15362710368991058362024-01-29T11:53:00.005+01:002024-01-29T12:01:32.345+01:00Gamberras<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"><span style="font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgExawO3HFvHZAxCcYTOZOToucpNPK59RWZIeq4u83Hv1ML-Izt1YP6CMBbpTvQRtdrTDjqPAw1AyMUf1FcmWyUUoomorq4iZ-2HkvhOz07wKS_uItbKCOH-9ajg4BBia7o7DvnwN-U56K1N8bF9UKvsd9axGiFnJ6EhWk_fglMzDprpNP83GyflsUF9Ns/s834/Captura%20de%20pantalla%202024-01-29%20a%20las%2011.52.30.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="467" data-original-width="834" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgExawO3HFvHZAxCcYTOZOToucpNPK59RWZIeq4u83Hv1ML-Izt1YP6CMBbpTvQRtdrTDjqPAw1AyMUf1FcmWyUUoomorq4iZ-2HkvhOz07wKS_uItbKCOH-9ajg4BBia7o7DvnwN-U56K1N8bF9UKvsd9axGiFnJ6EhWk_fglMzDprpNP83GyflsUF9Ns/w400-h225/Captura%20de%20pantalla%202024-01-29%20a%20las%2011.52.30.png" width="400" /></a></div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Te pasas casi todo el sábado y el domingo haciendo mil cosas pendientes y charlando y bebiendo vino con amigos, lo que, la verdad, no es mala forma de pasar un fin de semana. Ni siquiera ves las noticias ni te enteras de nada porque tienes la sana costumbre de no usar redes sociales en el móvil (tal vez llegará un momento en que ni en el ordenador) y cuando por la noche enciendes la tele, exhausto, mientras picas algo con cierta desgana, ves a estas dos gamberras (disculpad el uso del femenino, pero eran dos mujeres), con cara de idiotas tras haber arrojado sopa sobre La Gioconda. Quizá sea porque voy de cabeza a convertirme en un viejo cascarrabias, pero aguanto pocas tonterías. Sobre todo las que tienen que ver con los malos modales o la estupidez, que a menudo (a menudo y por desgracia) coinciden. No es la primera vez que pasa esto, y no será la última: ¿queréis apostar?</span>Por muy noble que sea la causa (y entiendo que lo que defiende el colectivo “Respuesta alimentaria”, al que pertenecen estas locas, debe de ser la pera), a mí deja de interesarme cuando la manera de llamar la atención es atentar contra una obra de arte, por muy protegida que esté por un cristal, por muy imposible que parezca estropearla. Hasta me dan ganas de hacer justo lo contrario de lo que reivindican, si es que quisiera perder el tiempo en enterarme de lo que reivindican. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Dicho esto, el Louvre es un lugar magnífico para pasar las horas y la sala donde está colgado el cuadro de Leonardo da Vinci suele ser de las más concurridas, llena de gente haciendo fotos, como autómatas, en lugar de admirar la obra bien provistos de pañuelos para limpiar la baba. La última vez que estuve allí me pasé un rato largo con quien me acompañaba, los dos solos, fascinados ante la estatua egipcia del escriba sentado (medio metro de altura, esculpida hace 4.500 años), sin hacer fotos, sólo mirándola, la mejor manera de disfrutarla. Sin riesgo, ahora también lo sé, de que un par de gamberros nos arruinasen la mañana. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Ser menos famoso tiene muchas ventajas.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"><span> <span> <span> </span></span></span>© Andrés Pérez Domínguez, enero </span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-5707846570245595462024-01-26T08:36:00.015+01:002024-03-20T19:10:29.147+01:00Envidia cochina<div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span> <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5Ojn5m7HyOYfETatGoCoOpupbrPN2GmeAxMdPoYmLhoszpio0sYVzY9FSf8XJeRT0xTIY9OKmBbbjHhTXLdQBfNFaUmRNSvC5LIy214x1T_GNVXoPhzDDgGTVfj1KCoCge5EZxlvN2poFR_Z_Gg1gEedW7Ajml7T4BlDN0oYOZ_4MgyXUEBgj0Lkh_AbY/s1200/IMG_20240126_083316_599.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1200" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5Ojn5m7HyOYfETatGoCoOpupbrPN2GmeAxMdPoYmLhoszpio0sYVzY9FSf8XJeRT0xTIY9OKmBbbjHhTXLdQBfNFaUmRNSvC5LIy214x1T_GNVXoPhzDDgGTVfj1KCoCge5EZxlvN2poFR_Z_Gg1gEedW7Ajml7T4BlDN0oYOZ_4MgyXUEBgj0Lkh_AbY/w400-h266/IMG_20240126_083316_599.jpg" width="400" /></a></div></span>Llamadme degenerado, pero no se me ocurre una forma mejor de morir que por agotamiento sexual. En las Maldivas, por ejemplo, o en un cuarto destartalado. Para determinados asuntos conviene ser práctico. Algún lector (o lectora) he perdido por decir estas cosas. Pero lo siento: la condición de escritor no siempre implica llevar gafas con cristales de culo de vaso o bufanda en verano. No ser entendido es un riesgo asumible. O, como canta el maestro Sabina: “Por decir lo que pienso sin pensar lo que digo, más de un beso me dieron y más de un bofetón”. Insisto: antes que morir sentado en una playa cuando se pone el sol o en la cama mientras los míos me cogen la mano y se preguntan dónde se van a ir de vacaciones cuando hereden los derechos de autor (pobres ilusos…), prefiero consumirme por agotamiento sexual. Mi admirado Tyrion Lannister, el enano de Juego de Tronos, lo describió en una frase muy gráfica que me abstengo de reproducir porque aún no pienso morirme y no quiero que me cierren el blog. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span> </span>Desde ayer vivo sin vivir en mí. En serio. Y no por estrujarme el magín (es lo que mejor se me da, vaya) para encontrar la forma de terminar mis días mientras practico el noble arte de hacer el amor. Ojalá. Me ha hundido un bicho de apenas veinte centímetros. Un roedor, sí, lo confieso: el Antechinus (Antequino) o ratón marsupial dentón. Vive en Oceanía y parece que en la época de apareamiento apaga el móvil (que le den al guasap y a las redes sociales: lo primero es lo primero) y se embarca en un frenesí orgiástico de tres semanas con cualquier hembra que se le ponga por delante. Durante esos breves y envidiables días, apenas come ni duerme el tío. Yo tampoco como ni duermo desde que lo he sabido. No he querido saber pero he sabido, sí, que diría Javier Marías. Parece ser que por culpa de tanto mete y saca, tanto mal dormir y tanto mal comer, las defensas le bajan a unos niveles tan preocupantes que se lo lleva por delante un simple catarro. Me pregunto si las hembras, cuya esperanza de vida es dos años, tienen que acudir a la consulta de un psicólogo ratonil para que les cure la pena o respiran aliviadas y se apresuran en aprender a decir que les duele la cabeza antes de la nueva temporada de apareamiento. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span> </span>No sé vosotros, queridos, pero yo, igual que el roedor australiano, a veces sufro rachas de insomnio, y no tengo hambre, y cuando me bajan las defensas y hace frío me suele doler la garganta. Y os aseguro que no es por las mismas razones que a este bicho. Más quisiera yo. No os riais, por favor. Y menos en mi puñetera cara. Estoy siendo muy sincero. Tantas cosas que me han pasado en la vida para a estas alturas caer tan bajo y envidiar la suerte de un ratón australiano.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024</span> </div><div><br /></div>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-23122712496402915882024-01-23T13:12:00.004+01:002024-01-23T13:36:44.497+01:00Mejor un perro<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNEpXyUg6fyzuMiVpLciAxtrziFZLs3A04mapULQIOvvQwNE_jyQE_Y6WK54xlxA-Zg6jEIv6S_zF_WZerRwsYT2APoVlbWMB46NiMMol9AqImKeT0iG0YOSnjS8ZK6Y2TQ8WMFu077PCdyHDMIhFCVL08UqKwENNQaADXOzpegLjZ3ivVDucS10xN3XHT/s1432/WhatsApp%20Image%202024-01-23%20at%2013.03.05.jpeg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1432" data-original-width="1214" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNEpXyUg6fyzuMiVpLciAxtrziFZLs3A04mapULQIOvvQwNE_jyQE_Y6WK54xlxA-Zg6jEIv6S_zF_WZerRwsYT2APoVlbWMB46NiMMol9AqImKeT0iG0YOSnjS8ZK6Y2TQ8WMFu077PCdyHDMIhFCVL08UqKwENNQaADXOzpegLjZ3ivVDucS10xN3XHT/s320/WhatsApp%20Image%202024-01-23%20at%2013.03.05.jpeg" width="271" /></a></div><br /><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;">Al perro no le pasa nada, me dice la veterinaria. Los análisis son perfectos. Seguro que está incluso mejor que tú y mejor que yo. Se hace mayor, sólo eso. Lo normal es que no tenga ganas de jugar, ni de saltar, ni de salir al campo cuando hace frío. Es como mi abuela. Tiene noventa y tantos y una salud a prueba de bombas, pero no le apetece dar cabriolas.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Lo bueno, quiero pensar siempre, es que los perros no saben que un día todo se apaga y ya está. Con las personas resulta más difícil, porque además, y resulta admirable, no quieren aceptar que hay cosas que ya no pueden hacer. Cosas que han hecho toda la vida pero ya el cuerpo no les acompaña. Y ven como el mundo a su alrededor se desmorona. Los de su generación se caen (ser viejo es tener miedo a caerse, decía el gran Manuel Alcántara) y se rompen los huesos, o se rompen los huesos y luego se caen, o pierden la memoria, poco a poco o de repente, o ya no pueden andar o hay que darles de comer y limpiarles la boca, como a los niños. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Mejor ser un perro si tiene un dueño que lo cuide. Por puro instinto meneará el rabo cuando te acerques a acariciarlo, cuando le des de comer. Te lamerá las manos y la cara con el mismo cariño de siempre. Se tumbará a tus pies hasta el último aliento. Sin saber nada. Sin temer nada. Sin preocuparse por nada. No tienes que contarle, con lástima y con ternura, las cosas que ya no puede hacer. Y si se lo cuentas no te va a entender. No tienes que rogarle que no las haga, o que haga otras, mientras evitas enfrentar sus ojos. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Yo me entiendo.</span></p><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-51264195874956501452024-01-21T13:12:00.003+01:002024-01-22T12:19:39.702+01:00La vuelta al mundo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0OM8E-hW0E2Ips9KXwd_N1HWWvE-H2toQcguC0sMGU2Gi2vQ89WujZd1kAu5UNNto9GFmPfiHBZUhnPdCq-WwG-XSwjQWWS01Sl5BtXdzF-h_pL7jI7WyDDp2Bg0pjkQAgWT0l9zUANJNGCC60XZ5sxhkh75j3qRaPmd8GH8PwUhlOUglsFVdMKrRj5Pg/s1300/71818464-ilustracio%CC%81n-de-vector-sobre-el-tema-de-la-vuelta-al-mundo.jpeg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1300" data-original-width="1300" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0OM8E-hW0E2Ips9KXwd_N1HWWvE-H2toQcguC0sMGU2Gi2vQ89WujZd1kAu5UNNto9GFmPfiHBZUhnPdCq-WwG-XSwjQWWS01Sl5BtXdzF-h_pL7jI7WyDDp2Bg0pjkQAgWT0l9zUANJNGCC60XZ5sxhkh75j3qRaPmd8GH8PwUhlOUglsFVdMKrRj5Pg/w400-h400/71818464-ilustracio%CC%81n-de-vector-sobre-el-tema-de-la-vuelta-al-mundo.jpeg" width="400" /><span style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"> </span></a></div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Tengo la manía de recordarlo casi todo. Eso tiene su parte buena y su parte mala: la buena, que lo recuerdas casi todo; la mala, que lo recuerdas casi todo, aunque a menudo hagas como si no lo recordaras. Datos, fechas, conversaciones, frases de libros leídos hace décadas, canciones, poemas, diálogos de películas que explican mejor que cualquier disertación espesa lo que te sucede. Recuerdo las primeras frases de muchos libros. Una novela es una frase genial seguida de doscientas páginas, decía Ernest Hemingway. O no es exactamente así y a lo mejor ni siquiera la dijo el autor de <i>El viejo y el mar</i>. Mi memoria es excelente, pero no infalible. “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”. Así comienza <i>El extranjero</i>, de Albert Camus. “Era una hermosa mañana de finales de noviembre” (<i>El nombre de la rosa</i>), “Todas las familias felices se parecen, pero cada una es infeliz a su manera” (<i>Ana Karenina</i>); “Los chiquillos llegaron temprano al ahorcamiento” (<i>Los pilares de la Tierra</i>). Algunas frases finales también son contundentes. Mi favorita está en la última página de <i>El conde de Montecristo</i>: “Confiar y esperar”. Toda una declaración de intenciones, vaya. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Para mí, una de las mejores frases con las que arranca una novela es la de <i>Nadie conoce a nadie</i>, de Juan Bonilla: “Hay dos maneras de regresar al punto que acabas de dejar a tus espaldas. Una consiste en darse la vuelta. La otra en dar la vuelta al mundo”. Hace muchos años, más de veinte, que la leí y la grabé de forma involuntaria, como suele pasarme. No sé si la frase la parió el escritor o si la sacó de alguna parte. Eso da lo mismo. Ni siquiera será consciente (un escritor casi nunca lo es y está bien que sea así) de las distintas interpretaciones de los lectores. Para un servidor, a medida que pasa el tiempo esa frase cada vez se parece más a la estela de un torpedo implacable que se dirige a la línea de flotación. Uno ya tiene suficientes canas en la barba y ha dado muchas vueltas, o se las han dado, como para no conocerse. La manera más sencilla de volver al punto que has dejado atrás es darte la vuelta, pero no suele ser la más oportuna. Es mejor dar la vuelta al mundo. Seguir tu propio camino hasta darte cuenta de que lo que antes te irritaba o te molestaba o te incomodaba, en realidad no es tan malo. Das la vuelta al mundo y cuando regresas al punto de partida ya no eres el mismo. Hay que dar la vuelta al mundo para entenderse, para descubrir lo que uno quiere. Miro atrás y me doy cuenta de que lo he hecho muchas veces: empezar a caminar en dirección contraria porque sólo deseaba escapar y tras dar la vuelta al mundo llegar otra vez, sin remedio, incluso con alegría, al punto de partida. Todo vuelve a empezar, pero ahora es otro quien está en la línea de salida. Y aunque muy probablemente el camino sea el mismo, con las mismas piedras puñeteras, o quizá otras, tú eres distinto. Es la vida, vaya. Ni más ni menos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Cosas mías.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-55907078593629072992024-01-21T01:42:00.008+01:002024-01-21T12:26:44.898+01:00La sociedad de la nieve<p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmpO2PPGcTu75Va_VqdaHY_3spK-u701o_nyC20MPhYmmUPdRu0YQ3wRgRfgTBYxxcbEUIcWXcANMn9Y03AubfVaMYNk2byyYcgFQKg9bQLE9BAIiTmG-asCkNyPJY-btWyWTvqiN32IoaeUMkupekYlPRlIycqYuKZEekrmYLgcSmkd42lRpF2KBuGvLY/s1778/es-ES_sots_main_theatrical_vertical_27x40_cmyk_pre_1.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1778" data-original-width="1200" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmpO2PPGcTu75Va_VqdaHY_3spK-u701o_nyC20MPhYmmUPdRu0YQ3wRgRfgTBYxxcbEUIcWXcANMn9Y03AubfVaMYNk2byyYcgFQKg9bQLE9BAIiTmG-asCkNyPJY-btWyWTvqiN32IoaeUMkupekYlPRlIycqYuKZEekrmYLgcSmkd42lRpF2KBuGvLY/s320/es-ES_sots_main_theatrical_vertical_27x40_cmyk_pre_1.jpg" width="216" /></a></div><span style="font-family: "American Typewriter",serif; font-size: 13pt; mso-ansi-language: ES;">¿Por qué quieres ver esa película?, me pregunta una persona muy querida.
Sabes la historia, sabes el final. No es la primera película que se rueda sobre
el accidente del avión uruguayo en los Andes. Precisamente por eso, respondo.
Porque siento una enorme curiosidad por lo nuevo que me quieran contar sobre
aquello. Porque me lo cuenten de otra forma quizá. Vi la película de Frank
Marshall hace muchos años. Hay otra anterior que no he visto. Todas las
historias están contadas, me temo. ¿Qué nos queda entonces? El punto de vista.
La forma de contarlas. Es como la vida: todo es distinto según quien lo mire.</span><div><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">Donde otros han puesto el acento en la aventura, Juan Antonio Bayona ha
parido una hermosa historia intimista. Es bueno mirar atrás, escarbar en el
pasado, porque, como dice la voz en </span><i style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">off</i><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> del narrador al principio de </span><i style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La sociedad
de la nieve</i><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">, el pasado siempre cambia. Quizá sea esa la frase que resuma
mejor la película, la que justifique su rodaje, la que consiga que volvamos a
mirar una historia ya sabida. Nunca es igual cuando recuerdas. Y eso no sólo
vale para </span><i style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">La sociedad de la nieve</i><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;">.
Vale para todo.</span></div><div><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span> </span>Dicho esto, no os la perdáis. Es una película estupenda.</span><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: "American Typewriter",serif; font-size: 13pt; mso-ansi-language: ES;"><o:p> <br /></o:p></span><span style="font-family: "American Typewriter", serif; font-size: 13pt; text-indent: 35.4pt;">© Andrés Pérez Domínguez, enero
de 2024 </span></p><p>
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Rafa es abogado. Luego hemos quedado con otro amigo, Juan Antonio, también abogado. Me agrada pasar tiempo con gente que conoce bien su oficio y soporta con paciencia las preguntas con que los profanos curiosos los asaeteamos. Rafa, además, es un tipo inteligente que, a pesar de no conocerme demasiado, me suelta con respeto pero sin tapujos lo que opina de mí. Resulta muy útil saber lo que los demás piensan de ti. Juan Antonio también es así. Y Manolín. Buena gente, buenos amigos. Hay cosas de las que uno no es consciente hasta que te las verbalizan mirándote a los ojos. Bien aprovechado, un rato donde alguien te cuenta cómo eres te eleva un par de peldaños. Lo digo de verdad. También, con el tiempo he aprendido que, por muy reservado que seas, resulta muy saludable abrirte las entrañas ante gente estupenda cuya opinión, estés de acuerdo o no, te enriquece tanto. Por muy poliédrica que pueda ser tu perspectiva </span><span lang="EN-US" style="font-family: Calibri;">―</span><span lang="ES">y vaya si me esfuerzo en que la mía sea así</span><span lang="EN-US" style="font-family: Calibri;">―</span><span lang="ES">siempre es parcial. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Una sentencia judicial, decía. Te la mando por si luego no tenemos nada sobre lo que polemizar en la sobremesa, apunta Rafa, guasón. El idioma inglés fabrica verbos con facilidad envidiable. Casi siempre basta con poner tres letras (ing) detrás del sustantivo. <i>Stealthing</i>, viene a ser algo así como hacer las cosas sigilosamente, con trampa y ganas de engañar, vaya. En el texto que me envía Rafa se refiere a un tipo que, metido en faena con una mujer, se había quitado el condón para penetrarla a pesar de la advertencia previa de ella de no tener relaciones sin protección. Al tipo le han endosado dos años de cárcel además de 5.000 euros de multa. No es moco de pavo. No dudo de la sinceridad de la señora, tampoco del sufrimiento que la llevado a un tratamiento con psicoterapia en un centro especializado. Parece ser que, antes de meterse en faena, ella también le había pedido que excluyese de sus comentarios la palabra “follar”. Si acaso, como mucho, sólo podía referirse al espinoso asunto que estaban a punto de tratar con la “F”. A mí me parece bien que cada uno pacte los encuentros sexuales como desee, bien estableciendo las normas y los límites que considere oportunos, bien haciendo caso al maestro Sabina: “La buena reputación conviene dejarla caer a los pies de la cama”. Yo prefiero la segunda opción. Pero, aunque jamás haría nada que una mujer no quisiera (que levante la mano quien se atreva a decir lo contrario y lo retaré a un duelo para restablecer mi honor), estoy chapado a la antigua, me temo. Y como en el fondo soy un cínico vocacional, intentaré luego, cuando hayamos dejado sin reservas la bodega del bar, convencer a estos dos tipos, a ver si me redactan un acuerdo previo para firmar antes de seducir a una mujer. Va a resultar muy frío, pero es la forma más inteligente, me temo, de evitar malentendidos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">A estas alturas de mi vida, problemas los precisos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-6641764362343964842024-01-14T11:07:00.006+01:002024-01-14T18:19:28.820+01:00Principio de Incertidumbre<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgppBF1nxd5jYM8BNRx7ie-R1pgk7kCOxanyXpSZL7LNhNAaw267_Nm_QMXJ-oxioxIf7bJnwvZKP-KJN6He1XN6aPgUksnhJ3aFoOX-Ky_zZOcr_1pnMph1CQLBVzHL2fax1COweoeKP3XNUTk1Nmo0iQ3Vg1XgUiaUAI8aC4ghZtMQRM9gHv6G99z8UT-" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="934" data-original-width="1600" height="234" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgppBF1nxd5jYM8BNRx7ie-R1pgk7kCOxanyXpSZL7LNhNAaw267_Nm_QMXJ-oxioxIf7bJnwvZKP-KJN6He1XN6aPgUksnhJ3aFoOX-Ky_zZOcr_1pnMph1CQLBVzHL2fax1COweoeKP3XNUTk1Nmo0iQ3Vg1XgUiaUAI8aC4ghZtMQRM9gHv6G99z8UT-=w400-h234" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">El ritmo de publicación de un servidor se ha reducido al mínimo durante los últimos años. Nada grave. Casi nada lo es, por suerte. Grave, quiero decir. Son varios los motivos, pero no vienen al caso. Tengo un libro de cuentos en la recámara, estoy con otro y guardo varios proyectos de novela en la cabeza. A veces me asalta la pereza, o la desidia, que son parecidas pero no lo mismo. No dejo de escribir. Siempre lo hice por el puro placer de sentir cómo la tinta fluye sobre el papel. Tan físico, tan sencillo y tan prosaico como eso. Me siento en un bar, abro el cuaderno y garrapateo lo que me pasa por la cabeza, tomo apuntes de lo que veo, como un pintor que traza unos esbozos con los que luego trabajar en su estudio. Hace pocos días estrené el tercer cuaderno en un año. Me gusta la sensación de empezarlo, las páginas en blanco donde también iré contando lo que me pasa, lo que siento, de una forma sincera, sin tapujos. Tengo docenas de ellos, el más antiguo, aunque los hubo anteriores y los perdí, de cuando tenía catorce años. Sonrío al ver que muchas de las cosas que me importaban entonces me siguen importando ahora, sólo cambian los nombres y el contexto. Al cabo, todos somos como una matrioska que lleva dentro a quienes hemos sido en el pasado.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Siempre me he asomado a los diarios de otros escritores con curiosidad de voyeur. A menudo me pregunto cuánto de verdad y cuánto de impostura contienen. Porque uno no debe mentirse cuando escribe un diario. Y, sobre todo, no debe escribirlo pensando en que alguien lo leerá. No sería igual. Nunca te comportas igual si sabes que te están mirando. Más o menos como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg aplicado al género memorialístico.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> Yo me entiendo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.45pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt;"><o:p> </o:p></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-85833111662244061102024-01-07T11:13:00.009+01:002024-01-07T12:21:10.565+01:00Cansancio<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhifKyxiAM01HtsbWJIGCMmb4llnyeG00wZwaiEIfbL1WcpZGN3Ha_LGrIJeHSn2fv5uXkt8V8y224UqGnF9K9O-Z9nTXy-kMFUV9_g38jObZF-1zPognkuMmbeJ2CM2r2WdkBapLOGFs0hmVn-nRsqAUuC7ysXxUk9XulIG-Ot9RjI6i9FgqRhn-H1qypj" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="1125" data-original-width="1080" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhifKyxiAM01HtsbWJIGCMmb4llnyeG00wZwaiEIfbL1WcpZGN3Ha_LGrIJeHSn2fv5uXkt8V8y224UqGnF9K9O-Z9nTXy-kMFUV9_g38jObZF-1zPognkuMmbeJ2CM2r2WdkBapLOGFs0hmVn-nRsqAUuC7ysXxUk9XulIG-Ot9RjI6i9FgqRhn-H1qypj=w387-h400" width="387" /></a></div><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.4pt;">No sé vosotros, pero las Navidades me gustan tanto como me cansan. Empiezo diciembre con muchas ganas. Las luces, la proximidad del solsticio de invierno, el intacto recuerdo infantil de la cercanía de las vacaciones, los exámenes en el instituto y la fiesta de Navidad para despedir el primer trimestre, los amigos, los primeros amores y los niños de San Ildefonso cantando la lotería. Pero ya entonces me empezaban a aburrir a partir del 25. Igual que ahora. Cada vez más. Por desgracia, más pronto que tarde la Nochebuena ya no será igual. Quizá ya ni será. Quizá ya no habrá Navidad.</span><span style="font-size: 13pt; text-indent: 35.4pt;"> </span></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Pero aparquemos eso y centrémonos en el presente. Cansancio, decía, o aburrimiento. Con suerte mantengo el piloto automático hasta la Nochevieja, aunque no me entusiasme esa fiesta ni me gusten las uvas. Y a partir de ahí estoy deseando que acaben las Navidades, que todo vuelva a ser como antes. Que retiren las luces, ya me fatigan, me empalagan tanto como la abundancia de turrón y de mantecados; que pasen pronto las rebajas y que llegue la primavera. Me aturde sobre todo cuando pierdo la noción del tiempo, cuando tengo que pararme un instante a pensar qué día es porque con tanta fiesta estoy descontrolado, porque los supermercados abren los domingos y ya ni sé el día en que vivo. Si acaso, lo único que salve el tedio navideño sea la sonrisa de los niños camino de la cabalgata, por muy lejos que me toque eso ya, a estas alturas de la película. O quizá me equivoque y no esté tan lejos. Quién sabe si al cabo no sigo siendo sino un niño que cree en los Reyes Magos, un crío que, a pesar de todo, se empeña en mantener intacta la ilusión. Quién sabe si a veces basta eso para que suceda la magia.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024 </span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-52994175298739505382024-01-02T12:15:00.008+01:002024-01-02T12:52:24.085+01:00Get busy living<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: center; text-indent: 35.45pt;"><br /></p><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjDcyoksAccQMtoEoYJ1ZuQc1FagbU16HEEEL_W9Q56VfsPB1bS5XUOBanS4kpGrhwqNbMMhs-mmxeQkhIbxCG8OllvTAkenddyPzrTA8Gk2NRd1UwG4bv-KWiuuQFX5BeZ7ugT8cONFnIJqHF9vvCTwWOfI3uIYcEnZOv2R4jsf1P2Gy_ZqOg3RNZKdnV-" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="2362" data-original-width="3544" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjDcyoksAccQMtoEoYJ1ZuQc1FagbU16HEEEL_W9Q56VfsPB1bS5XUOBanS4kpGrhwqNbMMhs-mmxeQkhIbxCG8OllvTAkenddyPzrTA8Gk2NRd1UwG4bv-KWiuuQFX5BeZ7ugT8cONFnIJqHF9vvCTwWOfI3uIYcEnZOv2R4jsf1P2Gy_ZqOg3RNZKdnV-=w400-h266" width="400" /></a></div><br /></div><div><br /></div><div><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Antes lo apuntaba de cuando en cuando, pero a primeros de 2023 me impuse hacerlo cada día. Resulta muy útil. Os lo cuento. Lo descubrí hace tiempo en un libro de Alejandro Cencerrado: <i>En defensa de la infelicidad</i>. Se trata de poner una nota a cada día, de una forma justa y sincera. Al final del día o a la mañana del día siguiente. Yo suelo optar por la segunda opción. Pero no debe estar muy separado en el tiempo, para que el presente no contamine el recuerdo ni para bien ni para mal. También hay que anotar lo que has hecho cada día, aunque sea de una forma muy breve, para saber los motivos que te han empujado a puntuar con una nota más baja o más alta. Es muy subjetivo (cómo podría ser de otra forma, claro), pero al poco de someterte a la disciplina de apuntarlo puedes ver de una forma gráfica y útil lo que resulta relevante para ti y lo que no, lo que te alegra y lo que te pone triste, lo que debes evitar y lo que debes buscar sin descanso. Un cinco es un día normal y no te importaría que el siguiente fuera así. Un diez supone estar en el cielo, supongo (yo nunca llego tan alto, ni siquiera pienso que sea saludable; como mucho al nueve, y con mucha suerte sólo puedo puntuar así un día al año, o ninguno). Al revés igual. El cero supone el infierno, pero tengo la suerte de no conocerlo. Para mí lo normal es que los días ronden el cinco. A veces un seis, puede que hasta un siete. O un cuatro, y si he estado muy triste un tres. Lo normal, al menos en mi caso, es que los días tiendan a un punto neutro donde nada resulta extraordinario ni terrible. Supongo que a la mayoría le pasará igual. Quizá esa sea la tendencia natural de la existencia. O la paz que siempre he buscado. Todo eso lo sabemos, claro que sí, pero resulta muy aleccionador verlo negro sobre blanco. Comprobar que hay cosas que te importan mucho y otras que no te importan nada.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Al cabo, en 2023 se han colado días buenos y días malos, como en la vida de cualquiera. Algunos muy buenos, incluso impagables. Y algunos malos, muy malos, pero nunca terribles, por fortuna. Es un ejercicio muy útil, decía. Te das cuenta de muchas cosas que el tiempo desdibuja. Resulta fácil recordar algo como muy malo cuando en realidad no fue para tanto. O al revés. Pero lo más importante, creo, es algo que siempre he tenido claro: la felicidad, o la alegría, o como queráis llamarlo, a menudo tiene que ver con nuestra voluntad. En mi caso, los peores días de este calendario son cuando he discutido con alguien, sobre todo si se trata de personas a quienes quiero. Los mejores, los buenos ratos con los amigos, con la familia. Cada vez soy más consciente de cuánto significa estar rodeado de gente noble; también, claro, cómo no, el instante de mirarte dentro de los ojos de una mujer que merezca la pena. No hay nada material en la felicidad, vaya. A menudo se trata de la voluntad de ser feliz y de sentirte vivo. Algo así como eso que le decía Morgan Freeman a Tim Robbins en <i>Cadena perpetua</i>: <i>“Get busy living or get busy dying”</i>. Empeñarse en vivir o empeñarse en morir. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES">Pues eso.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt -5.65pt; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify;"><span lang="ES"> </span></p><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">© Andrés Pérez Domínguez, enero de 2024</span></div>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-90698640830079680962023-12-28T13:17:00.003+01:002023-12-30T12:06:32.597+01:00Saber escuchar<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjZh3M7PfH8mStflVLxiCtiLsxtnAbVX6J5UY8gC5njKtVWIV4R9cgzytHwPVzWvHQiSyvkSdE-ygj0wGNt3XuPDcKx_NaKf_xlbpENVrMvph9M8q65cj69EQjaZtYNKnZkSsMThLi-cOic4Qmse1gsCVxnNdESjvkEM01FBUb8PsVbykUX-gb1A4tDVt9T" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="838" data-original-width="550" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjZh3M7PfH8mStflVLxiCtiLsxtnAbVX6J5UY8gC5njKtVWIV4R9cgzytHwPVzWvHQiSyvkSdE-ygj0wGNt3XuPDcKx_NaKf_xlbpENVrMvph9M8q65cj69EQjaZtYNKnZkSsMThLi-cOic4Qmse1gsCVxnNdESjvkEM01FBUb8PsVbykUX-gb1A4tDVt9T=w267-h400" width="267" /></a></div><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Recuerdo a menudo una película de Lawrence Kasdan: <i>Mumford</i>. La filmografía de este tipo no resulta abrumadora por el número de títulos pero sí por algunos de ellos: <i>Fuego en el cuerpo</i>, sin ir más lejos. Me pasé muchos años sin aliento por culpa de Kathleen Turner. Tanto me gustaba que unas amigas me regalaron un póster de ella en El honor de los Prizzi y escribieron un montón de bromas por detrás. Ya me gustaría no haberlo perdido en alguna mudanza y tenerlo bien a la vista en mi despacho. Por los comentarios guasones de mis amigas, digo. Kasdan, además, es el guionista de <i>En busca del arca perdida</i>, <i>El imperio contraataca </i>y <i>El guardaespaldas</i>. Casi nada.<o:p></o:p></span><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Cuento lo anterior porque quizá traerlo aquí sólo por <i>Mumford </i>parezca injusto. Para nada. Es una película estupenda, no demasiado conocida y mucho menos recordada, que cuenta la historia de un granuja con tanta habilidad para escuchar a los demás y dar consejos que, sin haber pasado por la universidad, abre una consulta de psicología y se forra. El último momento de la película es delicioso (podéis saltaros esta parte y continuar en el siguiente párrafo si os apetece verla): un policía se lo lleva detenido porque los otros psicólogos de la ciudad lo han denunciado. Camino de la comisaría, el policía lo mira por el retrovisor y le pregunta si puede contarle un problema. El protagonista sonríe. O tal vez no, pero así es como lo recuerdo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Viene esto a cuento porque hace un par de días me encontré a un viejo amigo al que hacía años que no veía. Aparcó el coche, se bajó, nos dimos un abrazo. Me preguntó qué tal estaba y le conté alguna vaguedad, a pesar de que esa mañana había estado repleta de sinsabores, pero no me gusta contarlos. O quizá me apetecía pero preferí callar, como siempre. Enseguida empezó a hablar de asuntos muy personales, cosas que necesitaba soltar. Lo escuché con atención y paciencia, sin dar mi opinión ni aportar nada. A veces basta con eso: escuchar a quien quiere contarte algo porque sabe que le vas a dedicar atención, sin juzgarlo. Poco más puedo hacer.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Yo no soy capaz, lo confieso. Suelo decir que soy desconfiado pero de fiar. La frase queda bonita, creo, y es cierta, pero muchas veces siento no ser justo con quienes confían tanto en mí porque procuro que sólo sea la punta del iceberg lo que asome en el brillo de mis ojos. O en la ausencia de brillo. Quizá la escritura sea una válvula para contar cosas. A mi manera. Quien lo quiera entender que lo entienda. Quien no lo quiera entender, pues tan amigos. Un estriptís al revés, como afirma Vargas Llosa. Al empezar a contar una historia estás desnudo. Luego empiezas a cubrirte. Primero una capa, luego otra, y otra; y así hasta esconder el propósito inicial. Quizá uno espera conseguir aquello que escribió Max Aub: “Nadie ve de verdad lo que quiero hacer, nadie oye lo que corre por debajo de mis líneas, nadie adivina lo que abrigan mis colores”.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Pues eso.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">© Andrés Pérez Domínguez, diciembre de 2023 </span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-74301373646075291222023-12-21T19:03:00.005+01:002023-12-22T11:21:49.836+01:00De vagones y rejones<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEizJZw577d3c7pTrWlR5KeX8jrQiDSxisaS32kxMoiAAtuMNdcNaenNufO3ob1FJiryPvWWpmuKBWozG6qMSjzyrn7OuxQFOBfi4G0ZsI06zpJReAYO_TjZaqS9SjkGBhJA_BjqoT330sKvJ-harJni9PjF08YKJwSLiLqV6QI4M7yKym6MghgV6CK5xtf9" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="717" data-original-width="1024" height="283" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEizJZw577d3c7pTrWlR5KeX8jrQiDSxisaS32kxMoiAAtuMNdcNaenNufO3ob1FJiryPvWWpmuKBWozG6qMSjzyrn7OuxQFOBfi4G0ZsI06zpJReAYO_TjZaqS9SjkGBhJA_BjqoT330sKvJ-harJni9PjF08YKJwSLiLqV6QI4M7yKym6MghgV6CK5xtf9=w400-h283" width="400" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Busca un asiento en el metro. Los pies lentos, casi arrastrándolos. Una sola muleta. Hay un sitio vacío justo enfrente, pero me levanto para cederle el mío, como un resorte, pero no hay prisa porque nadie tiene intención de adelantarse. La anciana declina mi ofrecimiento con una sonrisa y se coloca justo enfrente. Ochenta y muchos, calculo. Bien vestida y bien peinada. La mirada digna de quien aún tiene el coraje de valerse por sí misma. Aun quedan varias paradas hasta mi destino. Hace frío estos días en Madrid. Mucho. Me gusta, pero el problema de las ciudades donde aprieta el invierno es que aún no han inventado un traje anfibio para salir a la calle y luego entrar en un sitio donde parece que regalan la calefacción, conque, a poco que uno se descuide, acaba ahorrándose el bono de la sauna. Me quito la cazadora de comandante de submarino alemán, la bufanda, dejo en el suelo la mochila y las bolsas con las compras, algunas mías y varios regalos, y las sujeto entre mis piernas para que no acaben desparramadas por el suelo del vagón. La mujer hace amago de levantarse una parada antes de la mía. Pero no puede y yo no puedo mirar para otro lado. La miro a ella, que mueve la cabeza, pesimista. Además, la parada es en curva. Como si tuviera miedo de que alguien pudiera adelantarse, si no estuviera ensimismado mirando con cara de bobo la pantalla del móvil o durmiendo, ya estoy de pie. Dejo la cazadora en el asiento. La bufanda resbala hasta el suelo, las bolsas se caen y las compras para las personas importantes patinan por el vagón. Las poesías completas de José Hierro que me he auto regalado, previsor (hay días más llevaderos gracias a un poema), se han detenido a los pies de una sudamericana que mueve la cabeza al ritmo de una música que pronto le romperá los tímpanos. Le ofrezco mi brazo a la mujer. No deja de darme las gracias. La protejo de los empujones y consigo llevarla sana y salva hasta el andén. El trayecto que le queda por recorrer se me antoja demasiado largo. Lamento no haber cogido mis cosas antes de ayudarla, pero me faltan manos. La cazadora, la mochila, la bufanda y los regalos siguen ahí dentro y una voz metálica avisa que las puertas van a cerrar. Me habría gustado preguntarle su nombre, ofrecerle mi ayuda un poco más. Vuelvo a entrar en el vagón, con pena. Ya no puedo verla. Recojo las cosas del suelo. He tenido suerte, nadie ha pisado los regalos. Sigo pensando en la mujer cuando me bajo en mi parada. En si debería haberme quedado. Me gustaría contárselo a alguien. A alguien cuya opinión me importe mucho. Que me escuche, que me reconforte con una palabra amable, incluso basta un icono en la pantalla del móvil. También me gustaría escribirlo. Uno vive, y mira, y cuenta, vaya. A la gente que aprecia, a sus lectores (a veces es la misma gente), pero para estos textos uso el portátil y no suelo llevarlo de viaje. A pesar de haber podido ayudarla más, ha sido la buena acción del día, podría decirme. El universo, o quien corresponda, me lo compensará de alguna forma. Lo haría si no tuviera ya demasiadas canas en la barba, pero las tengo. Además, nunca he creído en eso. Una vez, hace muchos años, en otra vida, por la mañana me desprendí de algo muy valioso para mí porque alguien lo necesitaba más que yo y por la tarde me sentí igual que un toro inocente tras el primer rejonazo. Por muy placeado que uno esté (permitidme abusar hoy de los términos taurinos) la punzada mortal llega por donde menos te la esperas. Cuando menos te la esperas. De quien menos te la essperas. Incluso llega inmediatamente. Lo peor es que sabes que siempre saldrás igual a la plaza, como la primera vez. Esa alegría no te la podrá quitar nadie. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Yo me entiendo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Ah, que no se me olvide: feliz Navidad a todos, queridos.</span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">© Andrés Pérez Domínguez, diciembre de 2023 </span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-624353761019825998.post-1467194321711629902023-12-13T10:33:00.010+01:002023-12-13T11:21:29.139+01:00Kim Basinger septuagenaria<p align="center" class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEglyt8eRyjmdgL2xvi0sUva158u3JW2le8OQmoVfdybaKDIx7PQgYdS2DXh0OthPVHH6-simNKHQZIkJROVeKvGGu3Sp5J_kPbkuFltOB8PxG1fjdyRk7pssR3cjTXgnpVK1wQH4oLvsDXt7MeAXqlMxONF4VxEOCNDr8gjZjm5MozdfojY0lUY9BBr_ZHI" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="840" data-original-width="736" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEglyt8eRyjmdgL2xvi0sUva158u3JW2le8OQmoVfdybaKDIx7PQgYdS2DXh0OthPVHH6-simNKHQZIkJROVeKvGGu3Sp5J_kPbkuFltOB8PxG1fjdyRk7pssR3cjTXgnpVK1wQH4oLvsDXt7MeAXqlMxONF4VxEOCNDr8gjZjm5MozdfojY0lUY9BBr_ZHI=w353-h400" width="353" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">“Compro y vendo dinero. Se le voy a decir a la primera tía que vea cuando salgamos”. Eso afirmaba, convencido y guasón, uno de los amigos a quien más risas debo en mi adolescencia. Era una de esas noches felices en el cine de verano. Mickey Rourke contaba su oficio en <i>Nueve semanas y media</i>, las mujeres se derretían y nosotros pensábamos que ser un yuppie era el camino directo a la felicidad. ¿Cómo podría ser de otra forma si el premio era Kim Basinger paseando de tu brazo por Nueva York? Venga, dime la verdad: ¿nunca has fantaseado con un estriptís mientras Joe Cocker canta <i>You can leave your hat on</i>? Levanta la mano o sonríe para tus adentros, anda, lo que prefieras, si has tarareado esa canción mientras una mujer se quita la ropa, para ti y para nadie más que para ti, asombrado y agradecido porque alguna vez la vida te regala esos momentos; porque, por muy mal que rueden las cosas, al menos una mujer (esa mujer, sí) aún te permite verla desnuda.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">Fueron unos años de felicidad: <i>Cita a ciegas</i>, <i>Ella siempre dice sí </i>(nunca he visto más hermosa a Kim Bassinger que en esta película), <i>L.A. Confidential </i>(rectifico: aquí todavía se la ve más guapa)… Pero ahora Bruce Willis está muy enfermo, Alec Baldwin no es la sombra de lo que fue ni de las maneras que apuntaba, Russell Crowe ya no cabe en sus pantalones y Mickey Rourke lleva décadas convertido en un espantajo. También han pasado demasiados años desde la última vez que vi a ese amigo que tanto me hizo reír de adolescente y apenas tengo contacto con ninguno de quienes nos sentábamos en aquellas sillas incómodas del cine de verano. Unos amigos se van y vienen otros. No es culpa de nadie. Es la vida, vaya. Sin embargo Kim Basinger permanecía congelada en mi memoria, intacta en películas que se estrenaron hace tres décadas.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">El otro día cumplió setenta años. Decían en la radio que tiene problemas financieros, que Hollywood, implacable con las mujeres, ya no le ofrece papeles, que se ha convertido en abuela. Setenta años, decía. No me preocupa el paso del tiempo. ¿Qué sentido tiene lamentarse por lo inevitable? Disfruto los buenos recuerdos, que son muchos, y me esfuerzo en aparcar los malos y mantener la ilusión intacta, pese a las dentelladas. Pero no he querido ver fotos actuales de Kim Basinger. A menudo la felicidad habita en la memoria, en la sala oscura de un cine, en las páginas amarilleadas de los libros que leíste, en los viejos cuadernos donde volcabas lo que te brotaba desde muy adentro.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;">© Andrés Pérez Domínguez, diciembre de 2023 </span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family: Calibri; margin: 0cm 0cm 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES" style="font-family: "American Typewriter"; font-size: 13pt;"> </span></p>Andrés Pérez Domínguezhttp://www.blogger.com/profile/02361485564637508796noreply@blogger.com0